Resulta paradójico que, tras las fuertes campañas de descalificación orquestadas en contra del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, consiga un nivel de aprobación de 73%, a seis meses de concluir su mandato.

De acuerdo con la encuesta elaborada por el medio informativo “Reforma”, entre diciembre de 2023 y marzo de 2024, el presidente incrementó en 11 puntos su nivel de popularidad. Casi equivalente al 78% que obtuvo en marzo de 2019, al iniciar su gestión de gobierno.

Diversos temas han sido colocados por sus opositores para incidir en la opinión pública: la etiqueta “narcopresidente”, los “abrazos a los delincuentes y balazos a la población”, la escasez del agua, la supuesta presión de “Palacio Nacional” para controlar a los medios de comunicación privados, entre otros.

A diferencia de lo que sucedió en otros momentos, donde las campañas negras influyeron atemorizando a la población e inclinaron la balanza en favor de un candidato o un partido político en México, en esta ocasión la estrategia ha tenido un “efecto bumerán” para los detractores, quienes no logran revertir los resultados de las encuestas.

Pero ¿cómo explicar la aprobación creciente del presidente a pocos meses de concluir su mandato e, incluso, pese a las campañas de desprestigio instrumentadas en su contra?

Aspectos vinculados a lo económico y administrativo destacan por su impacto en los avances de inclusión social y reducción de las desigualdades.

El desempeño económico del actual gobierno adquiere una acción multiplicadora en la percepción positiva de la gente porque compromete dos aspectos que corren a la par en este proceso.

Primero, los beneficios directos recibidos por amplios sectores de la población a través de los programas sociales y el impulso a la inversión pública y privada. Esta combinación ha tenido como consecuencia el aumento de empleos mejor remunerados, mayores ganancias para los inversionistas y empresarios, así como el crecimiento del consumo interno.

Un segundo aspecto es el impulso a la cultura política promovida desde las conferencias matutinas por el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Las campañas de desinformación que durante décadas fueron utilizadas para dirigir el rumbo de la vida política en el país estuvieron fincadas en el “analfabetismo político” de la población. A las que se sumaron las “políticas del miedo”, reforzadas a través de prácticas de represión, que sirvieron para amedrentar a la ciudadanía con el propósito de evitar su participación en la toma de decisiones.

Una cuestión adicional para argüir sobre el incremento en los niveles de aprobación del presidente tiene su base en el contraste con las propuestas de la candidata opositora de la coalición PRI-PAN-PRD, Xóchitl Gálvez. Probablemente, como apunta Carlos Pérez Ricart, en esta discordancia “el presidente encontró un segundo aire a su popularidad”.

Los datos arrojados por la encuesta del periódico “Reforma”, constatan la paradoja de la paradoja. Mientras los adversarios del presidente impulsan el rechazo a su gestión, mayor es el respaldo de la gente.

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