Durante la pandemia, Marcelo Ebrard se convirtió en el “secretario estrella” al conseguir millones de vacunas para proteger a los mexicanos de la Covid-19. Su indudable eficiencia como servidor público lo situó en el primer lugar de la lista de los “presidenciables” al interior de Morena. Incluso, sectores de la población resistentes a la 4T se mostraron dispuestos a respaldar al entonces canciller en su aventura por la contienda de 2024, sin importar su pertenencia al partido guinda.

En el trayecto, las cosas se modificaron. Quienes ejercen la política saben bien que nada está garantizado de antemano. Muchos son los comentarios vertidos con respecto al resultado obtenido en las encuestas de Morena que colocaron en un lejano segundo lugar al exsecretario.

La mayoría de los “opinólogos” afirman que el “dedazo” prevalece en el presente. Aseguran que el triunfo de Claudia Sheinbaum es el resultado de la estrategia instrumentada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien influyó para favorecerla.

Ante estas afirmaciones apresuradas valdría la pena detenerse en otros detalles. Durante estos setenta días de contienda para lograr la “coordinación de los comités de defensa de la 4T”, como se le denominó eufemísticamente a la campaña por lograr la candidatura presidencial al interior de Morena, Marcelo Ebrard mostró sus ambiciones desmedidas por ser el “elegido” y desestimó el peso de su pasado político.

Nadie niega la libertad de cualquiera por mostrar su interés para ocupar un cargo de elección popular y luchar por alcanzarlo. El problema surge cuando la ambición política de Ebrard adquiere tintes priistas al suponer que “AMLO le debía algo y le haría presidente”, como apunta la frase de Jorge Zepeda Patterson.

En lugar de reforzar sus vínculos con el proyecto de la 4T para convencer a las bases y seguidores de Morena de que representaba la mejor opción, inició una batalla de acusaciones señalando la “falta de piso parejo”, mientras el aún canciller ocupaba un lugar de privilegio.

Nunca en la historia reciente, ningún secretario de Estado había tenido la proyección política al interior y exterior del país de la que gozaba Ebrard. Sin embargo, declaraba inequidad en un proceso que aún no comenzaba.

Un segundo detalle que ignoraron Marcelo Ebrard y su equipo fue el peso de su pasado político que pronto se hizo presente. Ante sus acusaciones sobre la contienda, ciudadanía y periodistas recordaron su participación en las multimillonarias estafas a policías del otrora Distrito Federal, mientras ocupó el cargo de secretario de gobierno con Manuel Camacho Solís. Su huida a París para escapar de las denuncias por presuntas anomalías en la Línea 12 del Metro, construida durante su periodo de gobierno en la capital del país, cuyo desenlace fatal tendría lugar en mayo de 2021, donde perdieron la vida 26 personas y 100 resultaron lesionadas.

El fracaso de Marcelo Ebrard en las encuestas de Morena no responde al supuesto “dedazo” que algunos declaran, sino a su desafección por el proyecto de la 4T, a los claroscuros de su pasado y a su trayectoria como político de las élites.

Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale

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