El debate público asociado al problema de la violencia en México cada día adquiere un tono más reduccionista y parcial.

Los conservadores evitan discutir que desde hace cuatro décadas la disputa por el control de los recursos naturales derivó en la instrumentación de políticas públicas dirigidas a allanar el avance y fluidez de los capitales globales. Y, en esta vorágine, el sexenio de Felipe Calderón fue el responsable de introducir la “guerra contra el narcotráfico”, siguiendo la agenda securitaria de Estados Unidos, para justificar la militarización del país con el propósito de abrir extensas regiones a prácticas extractivas trasnacionales de explotación, cuya consecuencia ha sido el incremento desmesurado de la violencia.

Mientras tanto, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador está dedicado a enfrentar la violencia atajando sus causas a partir de programas sociales dirigidos a favorecer sectores que, por su vulnerabilidad, son susceptibles de ser atrapados por el crimen organizado. Realiza un esfuerzo coordinado con los diferentes niveles de gobierno encaminado a detener la corrupción y la impunidad. Y, plantea contener el trasiego de armas. Aunque la estrategia denominada “Abrazos, no balazos”, propuesta por el ejecutivo federal, prefigura un giro radical con respecto a la política de seguridad desarrollada en gobiernos anteriores, encara dificultades que le impiden ofrecer resultados en el corto plazo. Además de tratarse de una maniobra que confronta los intereses del vecino del norte.

Es indudable que la fuerza del imperio estadounidense continúa siendo avasalladora y deja poco espacio al gobierno mexicano para llevar a cabo acciones orientadas al desmantelamiento del crimen organizado. Las armas que nutren a estos grupos delictivos, la existencia de un mercado que produce amplias ganancias, el vasto consumo de una población sometida a la adicción y los dólares “blanqueados” que entran a las dinámicas financieras y económicas, vienen de allá.

Combatir la violencia con “mano dura”, solo potenciaría la reproducción de la máquina de guerra y muerte. Baste recordar la “guerra contra el narcotráfico” promovida por Calderón que vino acompañada de la violenta estrategia de militarización, asesinato y despojo.

Quizá, es momento de re-discutir el Reglamento Federal de Toxicomanías propuesto por el general Lázaro Cárdenas en 1940, cuando intentó revertir la adicción a las drogas y su lógica de mercado. Procedimiento legal mediante el que se eliminaron los viejos edictos punitivos sobre los delitos de drogas y autorizaba a tratar a los adictos como enfermos, no como criminales. Contrario a la opinión de muchos sectores conservadores que vaticinaban el aumento del consumo de drogas, la medida resultó un éxito. El consumo disminuyó y se golpeó radicalmente al comercio informal de las drogas.

Sin embargo, antes de que pasaran seis meses, la legislación fue anulada. Estados Unidos amenazó a México con dejar de venderle medicamentos si continuaba con el programa. Así, el círculo perverso que perpetúa la violencia en favor de intereses creados.

Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale

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