El acoso sexual que vivió la presidenta Claudia Sheinbaum el pasado 5 de noviembre, mientras se desplazaba caminando por las inmediaciones de Palacio Nacional en la capital del país, en lugar de ser condenado por los opositores fue utilizado políticamente para instrumentar teorías de conspiración.

Frente a un hecho deleznable, diferentes voces iniciaron una campaña de revictimización en contra de la mandataria. Señalaron que su respuesta al acto fue tardía, interpretación que corresponde a una visión masculina, cualquier mujer sabe que cuando se sufre acoso, en ese instante, “el mundo” se detiene, todo se paraliza, no importa si la víctima tiene (o no) un puesto de decisión.

Al enfrentar una situación de esta naturaleza, el efecto inmediato es la “anulación de sí”, se suspende la voluntad de poder, entendida como el impulso fundamental de la vida por afirmarse, crecer y expandirse.

El acoso sexual hacia una mujer es un acto de cobardía y crueldad porque la sitúa en una condición de vulnerabilidad radical, de un cuerpo herido, históricamente ultrajado, sometido al deseo del hombre que sigue “cazando brujas” para impedir que ejerza su derecho a la existencia.

Figuras públicas como Mario Di Costanzo, Rubén Moreira, Elías Larios Moreno, Alejandro “Alito” Moreno y Ricardo Anaya, entre otros, sugirieron que el incidente fue un montaje. Más allá de la revictimización que implica esta postura, es importante señalar que, en caso de tratarse de un montaje, los principales beneficiados serían los opositores al gobierno encabezado por Claudia Sheinbaum.

El acoso sexual que sufrió la presidenta evidenció la vulnerabilidad de la máxima autoridad del país, ya que desdibuja y debilita la imagen de la investidura presidencial. La despoja de su aura de inviolabilidad exponiéndola a las mismas fuerzas violentas que la oposición la acusa de no tener capacidad de controlar.

Al revictimizar a Claudia Sheinbaum se despolitiza la violencia de género, como si de un daño individual se tratara, sin considerar las bases estructurales que producen la violencia contra las mujeres. Reducir el hecho a un asunto de “seguridad personal” para evitar el “riesgo individual”, constituye una cortina de humo que impide enfrentar un problema que lastima al 51.7 por ciento de la población de este país.

México registra niveles devastadores de violencia letal contra las mujeres, sólo en los primeros seis meses de 2025, más de 500 mujeres (incluidas niñas) fueron asesinadas por razones de género, un delito tipificado como feminicidio. La agresión sexual pública no es un incidente aislado, forma parte de una cadena ininterrumpida, constante, sucesiva de violencia contra las mujeres, una cultura de agresión normalizada que debe detenerse.

La reacción inmediata de actores políticos recurriendo a teorías de conspiración, evidencia cómo la inseguridad y la dignidad de las mujeres son frecuentemente instrumentalizadas como moneda de cambio político. No obstante, también, muestra que una mujer en una posición de poder puede y debe convertirse en altavoz para visibilizar y revertir un problema que afecta a millones, como lo hizo la presidenta Claudia Sheinbaum.

Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale

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