Según el último informe del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), entre 2018 y 2024, periodo en el que gobernó el presidente Andrés Manuel López Obrador, salieron de la pobreza 13.4 millones de personas. Se trata de un cambio sin precedentes en la historia de México, pese a la opinión de sus críticos.
Durante décadas, las voces opositoras a un cambio de régimen político han declarado que el fracaso de los gobiernos progresistas está directamente relacionado con el empobrecimiento de la gente cuando asume el poder. Se trata de una perspectiva crítica que carece de sustento, ya que las causas de la pobreza son multifacéticas y dependen de políticas específicas, el contexto económico global y la gobernanza de cada país.
Los datos ofrecidos por el Inegi revierten esta apreciación. De acuerdo con la medición de pobreza multidimensional, en 2024 se registró el nivel más bajo con un logro del 29.6 por ciento.
En términos de población total, se observa que en 2018 había 51.9 millones de personas en situación de pobreza moderada, en 2022 disminuyó a 46.8 millones y, en 2024 cayó a 38.5 millones, una reducción inédita.
Ante las voces críticas que señalan que la extinción del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) opacó la metodología utilizada, es importante destacar que, para preservar la continuidad y la comparabilidad de la medición multidimensional de la pobreza, el Inegi mantuvo la misma metodología.
Quienes aseguran que solamente se utilizó la canasta básica para la medición de la pobreza es importante apuntar que se trata de un indicador multidimensional que integra los espacios de bienestar económico, derechos sociales y contexto territorial. Esta medición se realiza a través del análisis de ingreso de los integrantes del hogar, las limitaciones en el acceso al ejercicio de los derechos sociales referidos a la educación, salud, seguridad social, vivienda y alimentación, así como la interacción que existe entre las personas en el espacio que habitan.
Resulta interesante la evolución de los relatos expresados en medios de comunicación y redes sociales. La descalificación de la metodología del Inegi y la inconsistencia de los indicadores, frente a la que se demostró la continuidad y comparabilidad con la metodología del Coneval. Las voces que aludieron a los programas sociales como fuente “ficticia” de la disminución de la pobreza, pese a que los datos revelan que sólo el 7 por ciento influyó en el resultado. Y, la afirmación de que la disminución de la pobreza es resultado del aporte de los empresarios al incremento del salario mínimo, hecho que contradice su oposición histórica al aumento de este rubro durante décadas, justificando que su elevación impactaría directamente al ascenso inflacionario. En este marco, es importante recordar que quien produce valor es el trabajador, no el empresario.
La reducción de la pobreza a un ritmo de 200 mil pobres menos por mes no es una cuestión menor. Falta mucho por hacer, ciertamente. Pero, el cambio ya comenzó.
Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale