El artículo 24 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos está consagrado al derecho al tiempo libre: toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y vacaciones pagadas.
En México existe una concepción negativa en torno al ocio derivada de un componente moral que fortalece el discurso de la explotación laboral por la colonización del tiempo de vida por el trabajo, como afirma Irving Góngora en su ensayo sobre “La importancia del ocio”.
Disfrutar del tiempo libre constituye uno de los derechos más subestimados en sociedades como la nuestra. En el imaginario social “Trabajar mucho” significa ser una persona responsable y comprometida. Aunque, la mayoría de las veces, el exceso de trabajo es resultado de la creciente precarización que obliga a las personas a aceptar condiciones de explotación radicales para conservar su fuente de empleo.
Narrativas tales como “el pobre es pobre porque quiere”, justifican la idea de que el individuo sólo será capaz de mejorar sus condiciones de vida si cede su existencia al trabajo. Sin embargo, aunque en México las personas trabajan más horas en comparación con otros países en el mundo, el esfuerzo no se transforma en una mejor calidad de vida.
En realidad, estos dispositivos morales disfrazan la explotación y precarización del trabajo. Pocas son las personas trabajadoras que tienen acceso al tiempo libre. En el caso de las familias, sólo 3 de cada 10 madres tienen derecho a vacaciones pagadas y 5 de cada 10 padres, de acuerdo con la última Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo en México.
El tiempo libre es un derecho humano que empleadores y gobierno tienen obligación de restituir cuando se aspira a alcanzar el desarrollo de una vida social sana. Este esfuerzo exige establecer jornadas laborales dignas con posibilidad de descanso y vacaciones. Pero, también, requiere de la modificación del discurso moral que justifica la explotación y la autoexplotación para desmontar la falacia que afirma que una persona es más honorable si trabaja más.
El ocio y la diversión se convirtieron en un lujo disponible para quienes tienen la capacidad material de pagarlo. Por ello, cuando un gobierno destina recursos para que la población disfrute del tiempo libre, muchos lo consideran un “desperdicio”.
Poner límites a una política pública que impulsa el derecho al tiempo libre de la población, evidencia la inclinación de ciertos sectores a que las cosas sigan igual y nada cambie.
El concierto de Rosalía, a celebrarse próximamente en el Zócalo de la Ciudad de México, abre la oportunidad a miles de personas para gozar del tiempo libre. No se trata de elegir entre la inversión pública para resolver las necesidades de la ciudad o la generación de espacios lúdicos para la convivencia social, sino de trabajar en ambas direcciones.
Acceder al ocio, al descanso, al tiempo libre, es un derecho que debe ser vigilado por todos y cada una, especialmente por el Estado y los empleadores si de lo que se trata es de alcanzar el bienestar de la sociedad.
Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale