Charlie Kirk, activista conservador que recibió un impacto de bala en el cuello que lo hirió de muerte el pasado 10 de septiembre, mientras debatía con sus oponentes políticos en el campus de la Universidad del Valle de Utah, fue un defensor del derecho a portar armas, un crítico abierto de los derechos de las personas transgénero y firme partidario de Donald Trump. El acto condenable muestra signos de la democracia enferma que hoy viven los estadounidenses.
El asesinato de Kirk no representa un caso aislado, sino la consecuencia de una sociedad atravesada por la polarización, la violencia armada, la radicalización digital y el fracaso del liderazgo político. El país está “roto”, como lo señaló Spencer Cox, gobernador del estado de Utah.
Los alarmantes datos relacionados con el aumento de incidentes violentos con motivación política, presentados por Michel Jensen, investigador de la Universidad de Maryland muestran que, durante la primera mitad de 2025, Estados Unidos registró 150 ataques, casi el doble que en 2024. En una entrevista realizada por el periodista Chris Boyette, de la cadena CNN, el académico señaló: “Lo que estamos presenciando ahora no es producto de un solo grupo o ideología, sino quizás evidencia de un creciente malestar civil generalizado”.
Tras lo ocurrido en el campus de la Universidad del Valle de Utah, Trump acusó a la “izquierda radical” y prometió represalias, en lugar de apelar a la unidad, lo que profundizó aún más la crispación social. Mientras que comentaristas de izquierda justificaron o celebraron el crimen.
Desde su cuenta oficial de “X”, la Casa Blanca difundió un post con la leyenda: “Los demócratas están a favor del crimen”. Lejos de detener la retórica incendiaria, la tragedia fue utilizada para ganar capital político.
Trump y sus aliados impusieron un único y rígido marco de interpretación para referirse al evento: “Charlie Kirk es un mártir asesinado por el terrorismo de izquierda”. Atribuir la acción perpetrada a la maldad del oponente político profundiza la polarización extrema, la división “nosotros-ellos”, convirtiendo inmediatamente en enemigo a quien cuestione la narrativa oficial.
Cada vez más, la retórica polarizante y la demonización del oponente es alimentada por líderes políticos –de izquierdas y derechas– y multiplicada a través de las redes sociales. El peligro de este tipo de confrontación es que, cuando se anula a quienes piensan diferente, se instauran las condiciones para que la violencia se convierta en una herramienta legítima en la disputa por el poder político.
El asesinato de Charlie Kirk representa un episodio más de la impactante violencia armada y el último de una serie cada vez más larga de violencia política, evento que trasciende el hecho criminal individual. Se erige como síntoma de la profunda descomposición democrática estadounidense. Revela las graves fracturas políticas, sociales e institucionales resultado del colapso de una democracia enferma que amenaza con empujar a los Estados Unidos hacia una crisis política irreversible.
Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale