La captura de Rafael Caro Quintero el viernes pasado en la Sierra de Sinaloa por miembros de la Marina Armada de México, generó interpretaciones encontradas en la opinión pública. Particularmente, después de darse a conocer el desplome del helicóptero Black Hawk de la Secretaría de Marina en Los Mochis, Sinaloa que transportaba a 15 marinos, quienes venían de respaldar el operativo. Catorce perdieron la vida y el único sobreviviente se encuentra en estado crítico. Según un comunicado de la Marina “No se cuenta con información de que el accidente aéreo esté relacionado con la detención del presunto narcotraficante”.

Caro Quintero, conocido en los años ochenta como “El Narco de Narcos”, fundador del cartel de Guadalajara, más tarde convertido en el cartel de Sinaloa, es detenido por segunda vez por las autoridades mexicanas. En 1985 fue arrestado y condenado a 40 años de prisión por el asesinato de un agente infiltrado de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA), Enrique “Kiki” Camarena, y liberado en 2013, durante el gobierno de Enrique Peña Nieto en medio de una controvertida decisión judicial, cuando aún faltaban doce años para cumplir su condena.

Actualmente, pesan dos órdenes de aprehensión y una solicitud con fines de extradición sobre el viejo capo de la droga, quien regresa a prisión con 69 años.

Ante la noticia de la detención de Caro Quintero, algunas voces declaran que la captura del capo es un éxito para la 4T porque simboliza un alto a la impunidad y la corrupción. Para otros, este hecho significa el retorno de la narrativa de la lucha contra el narcotráfico implantada por el gobierno de Estados Unidos en México.

A poco más de la mitad del gobierno de Andrés Manuel López Obrador es la primera vez que se captura a un narcotraficante de importancia. “El Narco de Narcos” era considerado por el Buró Federal de Investigaciones (FBI) uno de los 10 hombres más buscados en el mundo. Para subrayar su interés ofrecieron por su captura una recompensa de 20 millones de dólares.

Nuevas investigaciones apuntan que “Camarena fue asesinado por la CIA”. Phil Jordan, exdirector del Centro de Inteligencia del Paso (EPIC); Héctor Berrellez, exagente de la DEA; y Tosh Plumlee, expiloto de agencias federales, sostienen que la muerte del agente de la DEA en 1985 no fue obra de Rafael Caro Quintero, sino de Félix Ismael Rodríguez, alias “El Gato”, a quien trabajadores vinculados a la CIA encargaron el asesinato de Camarena haciendo creer que fue Caro Quintero para encubrir las actividades ilegales que estaban sucediendo en México para financiar a los contrarrevolucionarios nicaragüenses.

La extradición de Caro Quintero a Estados Unidos parece inminente. Reescribir (o no) la historia del asesinato del “Kiki” Camarena quedará en poder de la justicia estadounidense. Mientras tanto, sería deseable que la captura del viejo capo realizada por la Marina Armada de México tuviera como corolario contribuir al desmantelamiento de las redes del narcotráfico y detener la colusión de funcionarios de cuello blanco, enquistados en los tres órganos de gobierno, con el crimen organizado.

Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale

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