Ubicado en la remota pista aérea de Dade-Collier, a unos 60 km del oeste de Miami, en medio del humedal de los Everglades, un sitio poblado por caimanes, Donald Trump inauguró el 1 de julio pasado el centro de detención para inmigrantes en Florida, denominado “Alligator Alcatraz” (Alcatraz de los caimanes). Acompañado por Ron DeSantis, gobernador republicano, y Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional, bromeó sobre el lugar: “No siempre se tienen tierras tan hermosas y seguras. Tenemos muchos guardaespaldas y muchos policías en forma de caimanes. No hay que pagarles tanto”.

En su libro sobre “Eichmann en Jerusalén”, Hannah Arendt introdujo el concepto de “banalidad del mal” para describir que el mal no surge de la monstruosidad, locura o perversidad, sino de la normalización de actos deshumanizantes creados mediante estructuras burocráticas y discursos políticos que convierten la crueldad en rutina administrativa.

La propuesta de abrir “Alligator Alcatraz” como centro de detención para inmigrantes ejemplifica la “banalidad del mal”. Establece un paralelismo con el centro de atención “Alcatraz” en Estados Unidos, conocido como Penitenciaría Federal de Alcatraz, que operó como prisión de máxima seguridad de 1934 a 1963, albergando a los criminales más peligrosos de la época.

Mediante esta “equivalencia”, la narrativa trumpista coloca en el imaginario social la idea de que los inmigrantes son “delincuentes violentos” y “despiadados”. Descontextualiza la realidad de las personas que se ven obligadas a abandonar sus países de origen por la guerra, persecución, violencia y/o pobreza para encontrar una vida digna. En el proceso, deshumaniza a los inmigrantes despojándolos de su humanidad, reduciéndolos a cifras o problemas logísticos.

La banalidad del mal implica obediencia sin reflexión de los subordinados al poder autoritario. El 3 de julio llegaron los primeros inmigrantes detenidos por agentes de ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EU) a la cárcel vigilada por casi 70 miembros de la Guardia Nacional de Florida, quienes aseguran “cumplir órdenes” para salvaguardar la “ley y el orden”.

El simbolismo y la realidad material configuran la institucionalización de la crueldad en el centro de detención para inmigrantes en Florida. Abrir una cárcel de este tipo equipara la migración con la delincuencia más peligrosa del mundo, “justificando” su deshumanización.

La capacidad estimada para albergar personas detenidas en “Alligator Alcatraz”, según explicaron las autoridades estadounidenses, es de 5 mil, con un costo de 245 dólares cada día por cama. Esta cárcel, no sólo deshumaniza a los inmigrantes, se perfila como el nuevo modelo económico de detención basado en la criminalización de la población indocumentada.

“Alligator Alcatraz” representa un espacio de memoria pervertida. Tras su cierre en 1963, fue ocupado por pueblos originarios estadounidenses como protesta a la opresión colonial. Reabrirlo como centro de detención para inmigrantes indocumentados trivializa esta forma de resistencia e instrumentaliza la deshumanización como política del Estado, núcleo de la banalidad del mal.

Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale

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