Sólo es necesario permitir que tus sentidos sean invadidos por fragancias, sabores e imágenes para que un plato de mole logre la conquista de las áreas cerebrales relacionadas con el placer.

Esta joya gastronómica, cuando menos contiene una porción de arroz y una pierna o muslo de pollo, bañada en una salsa que evoca la fluidez y viscosidad del chocolate derretido, pero con un sabor totalmente propio de este preciado condimento. Propio de lo que es, propio del mole.

Algunas personas preferimos que se le espolvoreen pequeñas semillas de ajonjolí. Pero ¿qué tantas debemos agregar? ¿Mil, un millón o 6 millones? Con objetos tan pequeños, como son las semillas de ajonjolí, contabilizar unidades toma un sentido raro e inviable. Por eso, si yo fuera chef, no pediría que al mole le pusieran la cantidad de 6.023x10^23 –que es lo mismo que 6 mil 023 seguido de veinte ceros– semillas individuales. Sería ridículo. Obviamente, si yo fuera chef, pediría que al mole le pusieran un mol de ajonjolí.

Y es que el mol es concepto que utilizamos para contar materia que pesa muy poquito por unidad. Por ejemplo, si tenemos 6.023x10^23 átomos de carbón, mejor decimos que tenemos un mol de carbón. Si tuviéramos más de un mol, entonces usamos su plural: moles. Para dimensionar, ahora pensemos en un vaso con agua, que contiene 216 mililitros del líquido vital, que pesa 216 gramos. En ese vaso, existe una cantidad enorme de moléculas de H2O, que se reduce a tan solo 12 moles de dicha molécula. Además de ayudar a contar, los moles ayudan a establecer relaciones de proporción. Así, sabemos que en una molécula de H2O, están unidos dos átomos de hidrógeno (H2) a un átomo de oxígeno (0): de tal suerte que 12 moles de H2O contienen 12 moles de O y 24 moles de H (puesto que por molécula de hidrógeno tenemos nos unidades).

Así es que cuando hablo de moles, destaco su utilidad para cuantificar unidades tan pequeñas como un átomo y su ayuda para definir proporciones de átomos en una molécula, o de moléculas que reaccionan entre ellas en una relación precisa. Todo lo anterior suena quizás muy académico, pero en el fondo, estoy salivando por el recuerdo de un buen mole poblano o oaxaqueño.

A estas alturas, deberíamos tener esbozada la idea de su utilidad con unidades pequeñas, más pequeña que una semilla de ajonjolí. Así que cuando digo que yo le pondría un mol de ajonjolí a mi mole, es absurdo, pues construiría una montaña de semillas sobre el delicioso platillo. Por eso, en la cocina solo lavo platos.

Un mol es igual a 6.023x10^23 unidades. Un número así de particular no es una ocurrencia. De hecho, fue determinado por Amedeo Avogadro en 1811. Aun así, a veces se le dan apodos a la unidad mol, para darle cierta distinción y quizás, caché y tributo. Por ejemplo, un mol de partículas de luz (fotones) se denomina como un einstein, mientras que un mol de electrones, como un faraday. 
Yo no sé si habrá recursos suficientes para preparar un mol de moles, pero si fuese posible, a ese mol yo lo apodaría como un fiestón.

Lectura recomendada:
Se busca una magnitud para la unidad mol. Disponible en https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=92030205

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