El pasado 28 de septiembre en sesión de Consejo Universitario de la UAQ, se discutió una denuncia anónima por plagio de tesis, cuyo señalado fue difundido en medios locales.

La discusión sobre plagio está presente en la opinión pública nacional por los casos de la ministra de la Suprema Corte, Yasmín Esquivel, y de la candidata del frente opositor, Xóchitl Gálvez. ¿Cómo detectar el plagio? Al menos en el segundo caso, con el uso de la tecnología.

La herramienta con la que reportaron el plagio de Gálvez fue usando “Turnitin”, que mide el porcentaje de similitud que tiene un texto en comparación con otros, lo que ayuda a determinar si el porcentaje de similitud es “válido”; es decir, las similitudes pasan sin que necesariamente sea plagio. Pero si el porcentaje es alto, entonces ¿cuál sería la aportación de la persona sustentante? Ahí, los órganos colegiados suelen intervenir para determinar si el porcentaje es o no es plagio. Y cuando es, es un delito.

Hacer pasar lo de otros por lo propio es incorrecto a todas luces. Pero, ¿y si lo escribió una no-persona? ¿Reportar lo que escribe ChatGPT es plagio? Quizás no, pero hacerlo pasar como propio es deshonesto. ChatGPT es desarrollada por OpenAI y puede construir argumentos verosímiles, mas no necesariamente sustentados. Por ahora, una de sus limitaciones es la fecha de actualización en septiembre de 2021; es decir que no tiene información de lo que ha sucedido a partir de entonces. Otro elemento que delata es la estructura de sus argumentos y que a veces sus referencias ni existen.

Tanto Turnitin como ChatGPT son recientes para el antiguo anti-arte de la simulación. ¿Qué pasa con la autoría fantasma? La contratación de servicios de escritura de otras personas para hacerlo pasar como propio es tan accesible como cualquier producto en “Market place” en Facebook. Bueno, accesible para encontrar, desconozco el valor del servicio.

Y así, mientras ChatGPT y la autoría fantasma se encargan de escribir por quien presenta un texto, lo que se evade es el análisis y el comprometerse con dicho texto. No solo se esquiva la responsabilidad académica, se elude la formación de un criterio propio y se aniquila el ejercicio intelectual.

En la sesión de Consejo Universitario, el consejero Luis Alberto Morales Hernández subrayó que la ruta de aprobación de una tesis pasa por un montón de ojos, asesores y consejos que finalmente lo avalan.

En el texto “¿Qué es la literatura?” del filósofo Jean Paul-Sartre, éste elabora sobre el compromiso social del escritor, pero también de la crítica y su compromiso para “calibrar” la calidad. En ese sentido, las y los profesores tenemos esa responsabilidad de “calibrar”, es decir, evaluar, con compromiso. En suma, ambos ejercicios, de quién escribe y evalúa, son actos de responsabilidad que no se puede tomar a la ligera porque de otra manera, unxs y otrxs estaríamos en el lamentable acto de la simulación.

Google News