El equipo de investigación liderado por Nolan R. Williams, de la escuela de medicina de Stanford, acaba de publicar un artículo en el que usaron la ibogaína para tratar la lesión cerebral en veteranos de guerra estadounidenses. Esta terapia resultó favorable, pues reportan una disminución del 80% en los síntomas de trastorno de estrés postraumático y la depresión.

La ibogaína es un compuesto psicoactivo que se encuentra en las raíces del arbusto Iboga (Tabernanthe iboga), y cuyo consumo es parte de los rituales culturales del pueblo de Gabón, en el continente africano. Durante sus ceremonias, las personas que lo consumen viven un estado de ensueño en el que experimentan visiones que describen como de gran revelación. Sin embargo, su uso por las personas de Gabón se ve en dificultades debido a que la popularización de la planta y sus usos farmacológicos han provocado una elevación de su costo en un 800%.

Activistas y gobierno del país africano han promovido medidas para su regularización con lo que esperan reducir la explotación cultural y daño al ecosistema, con una perspectiva de beneficio social para las personas que habitan las zonas de la ibogaína. La periodista Rachel Nuwer, de la revista NatGeo, describe el manejo que se plantean en el aprovechamiento responsable de la planta: los pobladores envían la Iboga a una empresa en Canadá, donde se realiza el análisis químico para el aislamiento de los compuestos psicoactivos. Éstos son enviados a la empresa Ambio, que se encuentra en Baja California, México, donde brindan el servicio principalmente a personas estadounidenses.

De acuerdo con Max Kozlov, periodista de la revista Nature, Ambio realiza el tratamiento en México debido a que no es una droga restringida en nuestro territorio; sin embargo, hasta la fecha de este texto no se reporta en los listados sanitarios de medicamentos alopáticos, herbolarios, homeopáticos y vitamínicos de Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS).

El estudio de la etnobiología ha resultado en la aparición de potenciales fármacos para el tratamiento de enfermedades, pero también emerge la crítica sobre los beneficios económicos que emanan de su aprovechamiento, quién obtiene dicho beneficio y cómo se afectan los ecosistemas y dinámicas sociales, en una suerte de apropiación cultural llevada al ámbito médico.

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