Las casillas especiales son aquellas que se instalan para los electores en tránsito. Esto es, quienes no pueden estar en su domicilio el día de las elecciones, y quieren votar. Por ley se les dota de un total de 750 boletas para cada elección, y se colocan en aquellos lugares a los que fácilmente pueda llegar un ciudadano que no conoce la ciudad en la que se encuentra, tales como aeropuertos, centrales camioneras o vías principales de comunicación.
Si bien estas casillas tienen por objeto recibir los votos de quienes, como su nombre lo dice, están en “tránsito” por el lugar, suelen tener tres tipos de votantes:
Votante en tránsito: por vacaciones o trabajo, no se encuentra en su domicilio.
Votante que no hizo su cambio de domicilio en tiempo: después de haber residido por un periodo variable (a veces, años) el ciudadano no ha realizado su cambio de domicilio, y tampoco quiere viajar al lugar en que tiene registrado ante el INE su residencia.
Votante que no hizo su cambio de domicilio por haberse mudado después del plazo para hacerlo: en ocasiones el cambio de residencia es intempestivo, y puede suceder faltando pocos días para la elección. Así que aunque hubiera querido realizar su trámite, el tiempo no le dio.
En cualquiera de estos tres casos es posible votar en las casillas especiales, pues no puede requerirse bajo protesta al ciudadano para que manifieste que, efectivamente, es votante en tránsito. Sin embargo, esto choca con el reducido número de boletas que estarán disponibles, sobre todo cuando se trata de elecciones presidenciales.
Así, nos encontramos frente a la realidad de que las casillas especiales suelen ser puntos de frustración para quien llega a votar, pues suele ya no encontrar boletas de las elecciones en que más le interesa sufragar; y esta frustración se convierte en molestia, a veces en agresividad.
Ahora bien, posiblemente el lector piense que esto tiene dos soluciones fáciles: la primera, quitar las casillas especiales y obligar a que todos votemos en nuestra casilla correspondiente; la segunda, mantener dichas casillas y dotarlas de un número mucho mayor de boletas.
La primera solución chocaría con quienes reclaman la máxima posibilidad de votar, pues evitaría que una parte importante de la ciudadanía no pueda ejercer su derecho. La segunda se topa con la objeción de que, en el pasado, las casillas especiales se usaban para el fraude electoral, y al dotarlas de mayor número de boletas, este se incentivaría.
Creo que el modelo de las casillas especiales está muerto, y bien haríamos en enterrarlo. Existen otras posibilidades para garantizar el voto de quienes no estarán en sus domicilios, desde el voto postal al electrónico (que podríamos aplicar a todas las elecciones) y otras diversas opciones que podríamos imaginar, que por un lado permitieran ejercer el derecho de votar, y por otro no invocarían el espectro del fraude.
En todo caso, si usted es del segundo tipo de elector del que aquí hablé, ya están abiertas las oficinas del INE para actualizar su credencial. Hágalo y ahórrese (y a todos) un problema.