Nadie dijo que ser madre-profesionista era una tarea fácil y menos en un país con condiciones estructurales que dificultan la conciliación entre ambos roles, teniendo a muchas mujeres en una constante tensión entre el trabajo remunerado y el trabajo de cuidados. A diferencia de países de primer mundo, en México es difícil mitigar esta doble carga ya que no solo depende del acceso a un trabajo, sino de un entorno social e institucional favorable.

La conciliación es un tema que debería de resolverse colectivamente con políticas públicas más justas: licencias para madres y padres que permitan una corresponsabilidad mayor, horarios flexibles, más y mejores guarderías, teletrabajo regulado, etc. Desafortunadamente, el mercado laboral no está diseñado pensando en las mujeres con hijos; a las madres se les sigue penalizando con menos ascensos y menor sueldo, por lo que lo difícil no es ser madre y profesional, lo difícil es serlo en un país que no lo facilita.

Ser madre y querer trabajar fuera de casa también duele; duele cuando sabes que el ingreso no será suficiente para pagar a alguien más por el cuidado de tus hijos; duele, cuando, aunque el ingreso alcance para cubrir esa necesidad, eres consiente de estar perdiéndote de momentos únicos e irrepetibles, ya que trabajar puede significar ausencia y, aunque se hace por amor, por responsabilidad y por necesidad, duele sentir que cada paso en lo profesional te aleja un poco del hogar que tanto amas.

Hoy felicito a las madres que pese a las vicisitudes han sabido combinar lo profesional y lo familiar. Aquellas cuya maternidad no ha detenido su carrera profesional, sino que le ha dado un nuevo sentido: priorizar, trabajar con enfoque y negociar desde la empatía y la inteligencia emocional. Madres que no solo crían hijos, sino que también, dirigen proyectos, investigan, emprenden, enseñan, gestionan y crean. Aunque el camino no ha sido sencillo, son mujeres que han logrado encontrar en su ejercicio laboral una vía de realización, de autonomía económica y de ejemplo formativo para sus hijos, porque una madre realizada profesionalmente transmite valores de esfuerzo, disciplina y crecimiento a su entorno familiar.

Un reconocimiento especial, también para aquellas organizaciones que están haciendo la diferencia, valorando el compromiso y talento de las mujeres, comprendiendo sus necesidades y respetando sus tiempos. Empresas que crean espacios justos, humanos y flexibles, donde ser madre no es un obstáculo sino parte de una historia de esfuerzo que se honra. Porque una maternidad acompañada, también es una maternidad que florece.

Luchemos día con día por una nueva narrativa: una maternidad que no signifique renuncia, sino posibilidad. Reconozcamos la maternidad como una experiencia humana valiosa y compatible con el desarrollo profesional.

Que el crecimiento laboral de las mujeres no se vea interrumpido por modelos rígidos y culturas organizacionales que consideran la maternidad como una dificultad. Apostar por madres trabajadoras no es solo un acto de justicia: es una estrategia de futuro para sociedades más equitativas, sanas y prósperas.

Investigadora de la Universidad Anáhuac Querétaro

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