En su tiempo no valoré la actuación del rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, en su defensa institucional de la Universidad frente al gobierno, izar la bandera a media asta, la marcha del primero de agosto y su posterior renuncia en septiembre tras la entrada del Ejército al campus universitario. Muchacho desinformado y acelerado, líderes radicales. Contestatarios de toda autoridad. Metiendo en el mismo saco la autoridad del gobierno y la autoridad universitaria. Pidiendo que hicieran lo que no podían hacer y sin valorar lo que sí hacían. Cuestionando todo. “¡Viva la discrepancia!”, diría Barros Sierra al final de su rectorado en 1970. Y en cambio nunca cuestioné, por mi parte, al director de la Prepa 6, coludido con los porros y el comité de huelga de la prepa en manos de Rafael Heredia. El director era un priista por todos lados: Gustavo Carvajal.

Lo supe más tarde. Ya murió. Dicen que era del ala de izquierda del PRI.  

Hoy valoro a Javier Barros Sierra por Enrique Krauze.

—Piedra de toque de la dignidad pública en tiempos difíciles.

—Presencia viva sin memoria ni olvido: revelación del tiempo vivido.

—Inteligencia y dignidad de la autoridad pública universitaria frente al autoritarismo del poder arbitrario.

Ahora veo y escucho conmovido las palabras de Javier Barros Sierra y la primera marcha universitaria del primero de agosto de 1968, tras la represión policiaca a los estudiantes y el bazucazo a la Prepa 1 de San Ildefonso en los últimos días de julio. No estuve en esa marcha. Chin, me la perdí. Qué energía y templanza, qué hermandad pidiendo justicia.  (Véase el discurso de Barros Sierra en CU:  https://youtu.be/BpE2SS0G5Ls ).

Y las palabras tensas de Enrique Krauze a la muerte del ingeniero, en 1971 (https://www.youtube.com/watch?v=aMoGhuD4Fg0).

El tiempo, más allá de nuestro tiempo, pone las cosas en su tiempo que siempre es diverso y contradictorio. Revisitarlo es aprender de él.

Y así se me fue el movimiento estudiantil del 68 entre el mercado de Coyoacán, diario leía el  Últimas Noticias  de Excélsior, la Prepa 6, el campo Fragata, CU, los discursos y los debates, la manifestación de agosto y la silenciosa de septiembre, la fiesta de los gritos y la camaradería entre amigos, tomar la calle, pegar propaganda, las relaciones eróticas, los días de huelga, el aburrimiento, los días intensos y los días grises, José Agustín y Parménides García Saldaña, el rock y la protesta, el todo y la nada, etc., hasta llegar sin darnos cuenta al 2 de octubre, y luego la inauguración de las Olimpiadas de México el 12 de octubre, y mi viaje inesperado a San Antonio, Texas.

—Todo llega a su tiempo. Tu trabajo es esperar haciendo. Pero no esperes que ocurra. No quieras que ocurra. Sólo mira y registra lo que sucede. “Los intocables”.

Y así giran y llegan y pasan los días que nos marcan o no dejan huella y siguen de largo. “Los días que no se nombran” desaparecen pronto, dice el poeta José Emilio Pacheco.

La enseñanza del rector Javier Barros Sierra:   

—Debemos saber dirigir nuestras protestas con inteligencia y energía. Entre nosotros hay muchos enmascarados.

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