Frente a los discursos de globalización, multiculturalidad, ciudadanía mundial, diversidad, etc., encontramos que también se han puesto en boga dos palabras: tolerancia y aceptación como parte del entramado conceptual de este “maravilloso mundo hermanado y sin fronteras” que pretendemos construir como humanidad.

La bondad del modelo desde donde se encuadran estos dos términos, hace que prácticamente de inmediato aceptemos ambos vocablos por ser políticamente correctos pues en estos tiempos de apertura, ¿quién podría alegar algo en contra de ellos?

En efecto, asumimos que todos debemos ser tolerantes y aceptar al prójimo; pero, ¿en verdad estamos conscientes del alcance que en nuestro actuar y vida diaria tienen? Creo que poco hemos meditado al respecto.

Aunque tolerancia y aceptación las usamos erróneamente como sinónimos, no solo en el lenguaje corriente, sino también en la academia, pareciera que aparentemente no hay mayor problema en la confusión; sin embargo, las diferencias conceptuales de estas dos voces advierten una enorme brecha que amerita un momento de reflexión.

Tolerar desde sus raíces tiene un significado que denota –soportar-cargar-aguantar-, asumir algo que en principio no queríamos, no deseábamos pero nos resignamos y padecemos, pues no nos queda de otra. Para decirlo de otra manera: en la tolerancia hay más respeto que simpatía.

En cambio aceptación tiene una connotación distinta: -recibir- captar-acoger-apertura-, luego entonces, visto de ese modo, la aceptación se convierte en sí misma en riqueza de pensamiento y riqueza cultural.

Recientemente Adela Escobar, Eder Juárez y otros de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), realizaron un estudio cuantitativo denominado Grupos urbanos juveniles: hacia la aceptación y tolerancia de la diversidad, el cual de alguna manera toca el tema de la discriminación que enfrentan los diferentes grupos urbanos.

Las conclusiones ilustrarán un poco más lo que deseo expresar: tanto la sociedad civil (73%) y los grupos urbanos (87%) concuerdan en que la tolerancia es saber respetar a los demás en su entorno; y que la aceptación implica aprobar las diferencias.

Con todo esto, quiero decir que tanto tolerancia como aceptación son tópicos muy machacados en la cultura actual, sin embargo nos hemos quedado en la formalidad, en el discurso, pues de alguna manera sabemos qué son y para qué sirven (contenidos); sin embargo, en la realidad no los percibimos ni nos comportamos conforme a ellos (acción), en otras palabras, del dicho al hecho…

¿Cuál es el ideal entonces? Desde mi opinión es pasar del dicho a la realidad y actuar en consecuencia. ¿Más aún? Transitar de tolerar a aceptar: admitir que el otro tiene otra historia, fines, preguntas, formas de hacer las cosas, creencias, motivaciones; y evitar calificarlos como buenos-malos, correctos-incorrectos, verdaderos-falsos, valioso-insignificante, pues sus diferentes opiniones y decisiones son tan legítimas como las mías.

Reconozco que no es nada fácil, pero tratemos de sustituir la tolerancia por la aceptación en un acto de mayor generosidad humana: respetar a los diferentes a mí, aprender y crecer gracias a ellos.

Director general de ArtMol Consultores y Servicios

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