Todos vivimos dos vidas: la que nos tocó en suerte (nadie puede elegir lugar y fecha de nacimiento, familia de origen, herencia genética) y la que soñamos, que cambia a nuestro antojo. Es un asunto privado, no le pertenece a nadie más, no afectamos a ninguna persona al desear un destino diferente del que nos corresponde.
Me habría encantado estudiar medicina y hacer la especialidad en neurociencia, para estudiar el cerebro humano, en particular la memoria.
Hay niños que tienen una capacidad enorme para retener datos, almacenar frases o cuentos que escuchan de sus mayores; tienen la habilidad de reconocer rostros, nombres y características de las personas que están a su alrededor. En la escuela, pueden sacar mejores evaluaciones al contestar exámenes. Se vuelven expertos en tomar apuntes y recuerdan la información de un diagrama con un vistazo.
Esos niños fortalecerán su memoria toda la vida.
Uno de mis compañeros de preparatoria recuerda todas las vivencias y nos envía mensajes en el chat de la generación. Tiene en la mente nombres de alumnos y profesores, horarios, aulas, viajes... los demás, hemos olvidado los detalles.
Durante varios años, he coordinado talleres de escritura para adultos que desean escribir su propia biografía, en un género llamada memoria, que consiste en narrar épocas o en comentar sobre un tema.
La mayor parte de mis alumnos se quejan de tener mala memoria y repiten su queja en voz alta, con lo cual su mente refuerza el patrón establecido. Si le decimos a nuestro cerebro que no recordamos nada, la mente no se esfuerza en retener información.
La programación neurolingüística, disciplina que estudia la manera en que el cerebro (neuro) interpreta el mundo, nos enseña a replicar modelos de pensamiento de personas con envidiable memoria, a través del lenguaje (lingüística).
Gracias a la neurociencia, sabemos que es posible ejercitar la memoria para almacenar los datos que necesitamos y ampliar el desempeño neuronal.
Algunas formas de lograrlo: practicar el juego llamado memoria, armar rompecabezas o llenar crucigramas.
Aprender un nuevo idioma: las autopsias de cerebros de personas bilingües o políglotas muestran mayor densidad de materia gris en las áreas del lenguaje. También presentan cambios estructurales que significan mayor eficiencia en la conectividad neuronal.
Tocar un instrumento es un gozo; la memorización de una pieza musical genera más sinapsis; los músicos tienden a comprender mejor las matemáticas.
Leer buena literatura, escribir a mano, llevar un diario (una buena agenda ayuda a escribir; el diario puede incluir reflexiones, descripción de lugares, emociones, aprendizaje).
Meditación: la atención plena y la concentración que exige la meditación reducen el estrés y mejoran la memoria.
Vida social: pensar en los amigos, recordar las conversaciones, mantenerse en contacto, felicitarles en sus triunfos, acompañarles en momentos clave, expresar los sentimientos que tenemos hacia ellos; el complejo sistema de comunicación interpersonal ayuda al cerebro a sentirse agradecido, por tanto feliz, al saber que cuenta con el afecto de personas afines.