El Museo del Prado en Madrid, uno de los más importantes recintos de arte en Europa, ha abierto sus puertas para que el público goce de la magna exposición con el título de esta columna.
La muestra consta de casi setenta obras, entre pinturas, esculturas, grabados y libros que giran en torno de la imagen que se reveló a San Juan Diego en el cerro del Tepeyac en diciembre de 1531.
Pocas imágenes en el mundo han sido tan reproducidas en múltiples soportes, por la devoción que esta advocación mariana ha provocado en millones de fieles a lo largo de cinco siglos de presencia en México.
En la presentación del museo se lee: “Los núcleos temáticos abordan, entre otros, la transmisión del relato guadalupano mediante modelos narrativos y visuales estandarizados; la genealogía formal de la imagen y su conexión con iconos marianos europeos como la Inmaculada o la Tota Pulchra; su condición de ‘pintura no hecha por mano humana’, emparentada con el concepto del Deus pictor; y la sacralidad de su manto, concebido como reliquia viva y objeto de veneración”.
La historia data de tiempo atrás. Hernán Cortés, quien nació en la provincia de Cáceres, era devoto de la Virgen de Guadalupe, advocación mariana que es la patrona de Extremadura. El capitán general de la Nueva España llevaba consigo un estandarte con la imagen bordada en el Real Monasterio de Santa María de Guadalupe. En una ocasión estuvo al borde de la muerte, al ser picado por un alacrán. Cortés se encomendó a la Virgen y al recuperar la salud mostró su gratitud al ofrecer al monasterio un exvoto en forma de escorpión.
La Virgen de Guadalupe de México tiene su propia imagen. Algunas de las piezas que se pueden apreciar en el Museo del Prado fueron realizadas en nácar, marfil o latón, que llegaron a México a través del Galeón de Manila.
Los comisarios de la muestra son expertos en arte virreinal: Jaime Cuadriello, profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y Paula Mues, profesora de la Escuela Nacional de Conservación y Museografía del INAH.
En diciembre del 2000, concluí un diplomado en Gestión de Museos y Patrimonio Cultural, realizado en el Museo de América de Madrid. Los participantes proveníamos de América Latina. Por ello, tuve el privilegio de recibir enormes muestras de cariño hacia mi país por parte de los españoles de las diversas ciudades que visitamos en viajes de estudio, donde recorrimos museos, conventos, recintos religiosos e incluso las cavernas de Altamira. México es amado, su cultura es apreciada y sus valores reconocidos por los gestores culturales de España. Esta exposición es el resultado de un trabajo conjunto entre museógrafos, historiadores, personal de varias instituciones y del Servicio Exterior Mexicano. Con seguridad, la investigación, selección y traslado de las piezas llevó al menos un par de años. Exposiciones de este nivel dan lugar a múltiples eventos: conferencias, programas especiales y entrevistas en medios impresos y electrónicos, mesas redondas, catálogos y objetos de arte para su venta.
La Fundación Casa de México en España está ofreciendo una gran programación cultural al respecto. Lindas noticias.