Araceli Ardón

Salvo mi corazón

Un caudal de información médica, relativa al corazón como órgano fundamental para el cuerpo humano, hace la lectura más interesante

Será porque ambos nacimos en 1958 en América Latina, y porque hemos vivido con los ojos abiertos a las cruentas circunstancias que han marcado la historia de las últimas décadas. Será por eso, o tal vez porque sus páginas explican lo que siento y me ayudan a vivir. El caso es que los libros de Héctor Abad Faciolince se han convertido en mi lectura imprescindible.

Hoy les hablaré de la novela Salvo mi corazón, todo está bien.

La historia se inspira en la vida de Luis Alberto Álvarez, sacerdote colombiano, que en la ficción tiene el nombre Luis Córdoba. La voz narrativa corresponde a Lelo, personaje ficticio, un sacerdote que habla en primera persona. Córdoba, a quien sus amigos llaman El Gordo, es un melómano y cineasta que ha enriquecido la vida de varias generaciones de Medellín, al enseñar al público a comprender y apreciar una gran cantidad de películas y óperas. Es una persona culta, que habla varios idiomas y ha vivido en Europa. Tiene un espíritu optimista y una mente abierta.

El Gordo sufre una enfermedad cardiaca que lo pone en la difícil coyuntura de encontrar un corazón para su trasplante o morir en fecha cercana. No puede subir las escaleras de su residencia. Por esa razón, tiene que mudarse a la casa de una amiga que le ofrece hospedaje y cariño. Al convivir con esa familia, gracias a los cuidados de dos mujeres y la alegría vital de tres niños, Luis se cuestiona su propia vocación sacerdotal; el autor analiza temas como el celibato obligatorio, las pasiones humanas, el valor de la amistad, la fuerza del espíritu y el peso de las decisiones más importantes de nuestras vidas.

Un caudal de información médica, relativa al corazón como órgano fundamental para el cuerpo humano, hace la lectura más interesante. Cada capítulo nos va regalando datos que nos llevan a valorar cada parte de este trozo de materia viva con el que nacimos y que ha ido creciendo a medida que cumplimos años.

Dice Lelo: “Luis no podía volver a su casa, a la casa donde vivíamos juntos desde hacía veinte años. Para él, eso era como un destierro, y para mí, su compañero y su mejor amigo, como un exilio que me impedía cuidarlo, como un divorcio involuntario que los dos estábamos obligados a aceptar. Mi único consuelo era que había encontrado un buen sitio donde refugiarse mientras esperaba a que alguien muriera para salvarlo a él”.

Manuel Rivas, autor de la espléndida novela El lápiz del carpintero, declara: “Lo que voy leyendo de Héctor Abad Faciolince lo voy guardando como migas de pan muy esféricas, pulidas, luminosas, para cuando tenga que atravesar el gran bosque de la noche”. Qué chulada de mensaje, como para escribirlo en un cartón y usarlo de separador de páginas en los libros de Faciolince.

El hecho de que el personaje central sea un cura da pie al autor para hablar sobre el sacerdocio, la estructura de la Iglesia Católica contemporánea, la validez de algunos dogmas y la forma en la que oculta errores graves cometidos por sus prelados: “...los curas y hasta el Papa, no hacen otra cosa que pedir perdón con humildad por todos los errores de la Iglesia en la historia, y cuanto más perdón piden, más los atacan y desprecian”.

Sin pretenderlo, Córdoba se va convirtiendo en una figura paterna dentro de esa familia que lo acoge, y con ello se plantea nuevas opciones para su vida futura.

La trama está inmersa en los problemas sociales que vive Colombia en nuestra época. No soslaya el daño causado por el narcotráfico y la delincuencia en esa nación hermana.

Te recomendamos