Si tenemos suerte, podemos llegar cuando se abren las puertas: dos piezas monumentales de madera firme y recia, del color de la miel. Al ser los primeros, sentiremos que la piedra de cantera rosa que forma el claustro nos da la bienvenida como una muchacha recién bañada, con la humedad que se fue infiltrando en la noche.
El zaguán no corresponde a la época inicial del edificio; fue modificado en 1888, cuando Porfirio Díaz, Presidente de la República, firmó los documentos que transformaron el antiguo convento de frailes agustinos en Querétaro en oficinas federales. A lo largo de un siglo, las celdas monásticas albergaron la Secretaría de Hacienda, el Servicio Postal Mexicano, juzgados y otros espacios para instancias federales.
La historia, esa narrativa oficial que describe acontecimientos y explica la forma de pensar de pueblos enteros, nos acompaña a lo largo del trayecto. Hay que llegar al edificio con el alma limpia de impurezas, la mente abierta y los ojos dispuestos al asombro, para disfrutar la experiencia en toda su intensidad.
En algunos países, los palacios que habitaron reyes y reinas se han convertido en museos. También se construyen edificios que han sido planeados al detalle con el fin último de abrir salas destinadas a la
exhibición de piezas de arte, con la luz que las obras requieren, la distancia mínima para lograr la perspectiva necesaria para su apreciación, y el espacio suficiente para que los visitantes gocen de cada recorrido.
En Querétaro, los museos más importantes están alojados en ex conventos de frailes y monjas, que pasaron a ser patrimonio de la nación mediante la expropiación de las propiedades de la Iglesia Católica como consecuencia de las Leyes de Reforma, a mediados del siglo XIX.
El Museo de Arte de Querétaro abrió sus puertas el 22 de septiembre de 1988. El Presidente de México, Miguel de la Madrid Hurtado, estuvo presente en la ceremonia que se celebró el 5 de febrero de 1987 en el Teatro de la República, para la conmemoración del aniversario de la promulgación de la Constitución Política del país.
Al término de esta ceremonia, en compañía del gobernador, Mariano Palacios Alcocer, y en compañía de una comitiva compuesta de funcionarios federales y estatales, se dirigió caminando al llamado Palacio Federal, ubicado en el número 14 de la calle Allende Sur. En ese lugar, firmó el decreto según el cual el inmueble sería convertido en el Museo de Arte de Querétaro.
En palabras de Juan Antonio Isla, quien fue secretario de Cultura y Bienestar Social del Gobierno del Estado, “De esta manera se empieza a concertar lo que, primero como aspiración, luego como proyecto, va a ser una realidad esplendorosa para la entidad, la región y el país, motivo de orgullo para los queretanos”.
A lo largo de los años, el museo se ha consolidado como un espacio para la apreciación de obras de arte creadas en siglos pasados; también da cabida a exposiciones de artistas contemporáneos, que reflejan el pensar y el sentir de la época en que vivimos, un momento en que la tecnología crea mundos semejantes a la realidad que ponen nuestros sentidos en alerta, tratando de distinguir lo que es verdadero de lo que sólo se asemeja.
Los artistas ponen su talento, exponen sus ideas y emociones, desnudan el alma ante los visitantes y los llevan al cuestionamiento primario, el que pone en marcha el mecanismo del pensar humano: quiénes somos, qué hacemos aquí, cuál es el propósito de la vida, en qué estriba la trascendencia.
Durante dieciocho años participé en la gestión de esta noble, amada institución de cultura. Llevo en la mente y el espíritu cada día de gozo inefable, vivido entre sus columnas de piedra cuyos Hermes nos miran de frente, en constante desafío.