En la estupenda serie Merlí, rodada en Barcelona, un profesor de filosofía logra una hazaña: que sus estudiantes piensen. Que se hagan las preguntas fundamentales: quién soy, de dónde vengo, a dónde voy, cuál es mi legado al mundo. Merlí revive a los peripatéticos, círculo filosófico fundado por Aristóteles, en el siglo IV antes de Cristo. En aquel jardín de Grecia, maestro y discípulos caminaban trazando círculos que simbolizan también el ciclo de la vida.
Pienso en ellos mientras veo a mi vecina, una elegante señora mayor, alta y esbelta, que recorre a pasos firmes la privada donde vivimos con un garbo que yo quisiera para una fiesta.
A través de los años, he admirado a mujeres que me inspiran a estudiar, trabajar y cuidar de mi salud: las actrices Susan Sarandon, Jane Fonda (de la edad de mi madre), Raquel Welch (me firmó un libro que compré para mi tía), Ornella Muti, Meryl Streep, Sophia Loren... las escritoras Ángeles Mastretta (larga vida, querida amiga), Virginia Woolf, Louise May Alcott, Isabel Allende, Rosa Montero (tengo su firma y su sonrisa), Sor Juana Inés, Margaret Atwood (la conocí en San Miguel de Allende). Desde joven, leo sus libros y vuelvo a ellos como quien se reúne con los amigos.
Caminar por el campo es ver la inmensidad en los cielos y los valles. Es trepar los montes con los ojos y bajar a los bordos donde beben aves y caballos. Caminar por la ciudad es desplegar en la memoria una serie de imágenes superpuestas como láminas transparentes: en esa esquina había una tienda donde nos compraban dulces. En el local de esa boutique hubo un café que ofrecía servicio telefónico de larga distancia y vendía muñequitos para pasteles de boda.
Las gelatinas tenían dos capas: de leche y de agua, con dos pasas como dos ojos que nos miraban mientras los devorábamos. El deterioro en algunas fachadas refleja la condición precaria de los vagabundos sentados por ahí, los que un día salieron de casa con la mente extraviada en un laberinto. Quizá en alguna ciudad haya una familia encendiendo una veladora por el tío que se perdió.
Pasé la adolescencia caminando por el centro de Querétaro. Pesaba 49 kilos, no necesitaba hacer más ejercicio. Todo el día iba y venía a la escuela, la biblioteca, los cines, las casas de mis amigas, sin pensar en las calorías que consumía al recorrer lugares históricos, haciendo míos los balcones y las plazas, escuchando el rumor del agua de las fuentes, admirando la belleza de los templos. Hoy tengo que planear un traslado de media hora para llegar a esas mismas calles y hacer el ejercicio mental de regresar en el tiempo para recordar momentos y personas amadas.
Hay quienes caminan por prescripción médica y lo convierten en hábito que se extraña cuando no se hace. Meter los pies en zapatos cómodos ayuda mucho, usar auriculares abre caminos en el cerebro. Los podcasts son una forma de escuchar conferencias y aprender como si estuviéramos en el aula. Te recomiendo Tec Sounds en Spotify y otras plataformas, con secciones como Cuida tu mente, Territorio negocios, Historias para mentes curiosas y Ola de salud.
Cada episodio es un granito de oro. Darás vueltas caminando, como los filósofos peripatéticos, para apreciar cada hora dedicada al cuidado de tu cuerpo, pensando en lo trascendente.