A cerrar los párpados de quien acaba de morir. A tomar sus manos en la agonía. A preparar su cuerpo para el féretro. A dirigir oraciones en velorios. A colocar flores en vasijas. A encender velas de luz eterna. A recibir abrazos. A vestir de luto. A llorar sin aspavientos. A darle tiempo al duelo.

A recibir a un bebé. A calentar agua y preparar sábanas. A estimular a la madre para pujar. A dejar a los hombres fuera. A cortar el cordón umbilical. A limpiar al niño. A darle una nalgada. A colocarlo en su cuna.

A entonar canciones de cuna. A mecer en los brazos. A poner pijamas. A hacer voces de muñecas y rugir como animales salvajes. A ser el motor de un coche de madera.

A alimentar a los viejos. A limpiar cuerpos cansados. A dar masajes y tazas de té. A controlar medicamentos. A sanar heridas y untar remedios. A colocar vendajes.

A callar cuando se quiere gritar. A perdonar con toda el alma. A no perdonar. A recordar para siempre palabras hirientes. A elegir a quién amar. A decir la verdad. A decir mentiras.

A casarse con el primero. A esperar al hombre adecuado. A cansarse de esperar. A casarse a sabiendas del error. A llenarse de hijos. A cuidar hijos. A desear que crezcan. A no querer que maduren. A sentir que el tiempo pasa. A creer en el futuro.

A torcer el pescuezo de un pollo. A desplumarlo. A cocinar palomas. A distinguir hierbas de olor. A cocinar mermeladas. A secar fruta rebanada. A salar carne. A cuajar la leche. A usar el suero como fertilizante. A curar los quesos. A preparar vinagre.

A cultivar plantas medicinales. A cuidar árboles. A preparar la tierra, sembrar, trasplantar y podar. A colocar abono. A eliminar plagas. A regar. A cosechar.

A escuchar viejas historias. A no contar secretos. A compartir lecciones de vida. A repetir los dichos antiguos. A inventar detalles de anécdotas. A ensayar diálogos en la mente.

A cambiar cuellos de camisas. A subir dobladillos y bajar bastillas. A zurcir calcetines en punta y talón. A lavar con jabón de barra. A secar la ropa al sol. A preparar almidón de polvo. A planchar con lienzo húmedo. A perfumar prendas viejas. A pulir metales. A convertir un vestido de novia en ropón de bautismo.

A eliminar manchas de muebles. A encerar duelas y roperos. A lavar vidrios con periódicos. A colgar cuadros. A bordar servilletas. A tejer chambras y frazadas. A marcar iniciales en ropa. A ordenar cajones y recuerdos. A cuidar una colmena. A extraer miel de panales.

A pintar con acuarela. A tocar piano. A bailar ritmos de moda. A reconocer estilos de arte. A cantar en reuniones. A recibir visitas. A dar gracias y pedir favores. A ser atentas y ofrecer apoyo. A consolar al desvalido. A rechazar invitaciones. A invitar a personas selectas. A pedir ayuda. A aceptar ayuda. A cocinar para otros. A recibir regalos.

A enseñar a leer y escribir. A dictar cartas. A memorizar poemas. A manejar operaciones aritméticas. A estudiar. A ejercer como secretarias, enfermeras, educadoras, asistentes, maestras.

Estas son algunas habilidades que las mujeres mayores aprendieron antes de mi generación. Mi respeto, afecto y gratitud a cada una.

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