Terminé de leer La buena suerte, novela de Rosa Montero; dejé que sus palabras cayeran como gotas en una jarra de vidrio. Los párrafos de la buena literatura tienen un efecto semejante al del agua purificada: hidratan el cerebro, nos permiten pensar con mayor claridad, comprender el mundo y enfrentar la adversidad.

Al cerrar el libro, comencé de nuevo. Algunas historias son circulares y al llegar al fin se puede volver a ellas para comprender los guiños escondidos en descripciones con apariencia sencilla que albergan verdades poderosas, cuando llegamos al capítulo que las explica. La buena suerte habla del Bien y del Mal. De la lucha interior de la que a veces salimos victoriosos y otras no. De la necesidad de cultivar la esperanza, una flor tan delicada.

La escritura de Rosa Montero me ha cautivado desde hace muchos años. Al leer La hija del Caníbal, premio Primavera de Novela 1997, acompañé a Lucía a buscar a su esposo, quien desapareció en forma misteriosa casi frente a sus ojos. La búsqueda del hombre es, de alguna manera, el descubrimiento de lo que somos, gracias a la participación de dos personajes: Adrián, de veinte años, y Fortuna, un anarquista de ochenta. El contraste entre la juventud, la madurez y el que revive su pasado para resolver el presente.

No todos los libros de Montero tienen resonancia en mi mente. La serie de Bruna Husky, detective replicante, tendrá otros lectores. No pude terminar Historia del Rey Transparente, un relato de la Edad Media. Ustedes sabrán qué escoger.

Te trataré como a una reina, Amado amo, Bella y oscura, El corazón del tártaro, La loca de la casa, La ridícula idea de no volver a verte y El peligro de estar cuerda, son mis novelas favoritas.

Todos, creo, hemos sentido la punzada del deseo de comenzar de nuevo, a partir de cero. De tener otra vida, en un sitio distante, a mitad de un bosque, a la orilla del mar o en una ciudad enorme. Los viajeros se preguntan: ¿Cómo vivirán las familias de este pueblo de pescadores? ¿Qué se sentirá trabajar en una firma financiera de Nueva York? ¿Y si dejara todo lo que tengo para comprar una granja y criar cerdos?

De eso habla la escritora española más exitosa en este momento, que viaja por el mundo presentando sus libros y concediendo entrevistas. Con seguridad, ella misma se ha preguntado, como los niños de vacaciones en la playa: ¿Por qué no nos quedamos a vivir aquí? La tentación de no regresar a casa, al trabajo, a la escuela. Esas palabras conllevan responsabilidad, escalafón, horarios y exigencias. Si cambiamos de vida, podremos liberarnos de un lastre, o eso creyó Pablo Hernando, protagonista de La buena suerte.

A los humanos nos duele lo que hubiera podido ser y no fue. En 1984 y 1985, mi marido y yo vivíamos en el campus del Tecnológico de Massachusetts. A las puertas de nuestro edificio salía cada hora un autobús que llevaba estudiantes a Wellesley, una institución hermana. El viaje era gratuito. En esa universidad, Rosa Montero daba clases de español. De haber sabido... pero así es la vida. La suerte es buena o mala según el color del cristal con que se mira.

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