Guerras, incendios, pandemias: algunos de los eventos que han cambiado la historia de la humanidad tuvieron un efecto inmediato, destructivo y fatal. Otros fueron el resultado de un proceso lento, que surgió como un experimento de laboratorio y tuvo repercusiones casi imperceptibles al inicio, pero que inspira y genera nuevos descubrimientos.

Así, una serie de investigaciones, a lo largo de los años, puede dar al mundo una vacuna para salvar vidas, un sistema electrónico de comunicación para una empresa o un diodo que requiere menos energía y es capaz de iluminar una habitación.

La inteligencia artificial se fue generando a lo largo de medio siglo. Sus alcances han afectado la vida de miles de millones de seres humanos, porque su crecimiento exponencial ha generado aplicaciones globales que no fueron previstas por sus creadores originales.

En 1956, en la Conferencia de Dartmouth, realizada en la universidad con ese nombre, el científico John McCarthy, nacido en Boston, acuñó el término inteligencia artificial. Su contribución a la computación lo hizo acreedor a reconocimientos. También fue el primero en hablar de la nube cibernética. Estudió la carrera de matemáticas en MIT, se doctoró en Stanford y fue profesor de los tres centros educativos mencionados. En 1957, fundó el laboratorio de inteligencia artificial de MIT. En la década de 1990, luchó para que se protegieran los datos y la comunicación informática, así como el derecho de los usuarios a manejar sus propios archivos.

En 2023, la IA significa: big data + computación en la nube + buenos modelos de datos = máquinas inteligentes. Hay 75 mil millones de dispositivos electrónicos esparcidos por el mundo, que generan trillones de interacciones. La expansión de IA tiene un ritmo veloz, mucho más rápido que lo previsto en toda ley que pueda regular su uso. El daño que puede causar provoca incertidumbre.

El miedo que algunos sienten es material precioso para los creadores de medios. La película Ex Machina, de 2015, dirigida por Alex Garland, presenta una androide llamada Ava, robot de apariencia femenina, con rostro, manos y pies que emulan la piel humana. El argumento lanza estas preguntas: ¿Hasta qué punto sienten las máquinas? ¿Pensarán más que los humanos? ¿Se podrán apropiar de los gobiernos? En la vida real, IA es capaz de generar imágenes a partir de palabras, o de emular la voz de una persona para hacerla “hablar” idiomas que no conoce, y mil aplicaciones que invaden la intimidad como la conocemos.

La tecnología, hasta el momento, no toma decisiones con fines destructivos. Es el ser humano quien usa la tecnología para destruir; un automóvil trasladará a su conductora al destino que ella determine, sin que el motor tenga la intención de provocar un accidente para matarla. Eso sólo ocurre en novelas de Stephen King.

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