Los desplazados por conquistas: es un relato viejo como la humanidad. Los soldados que conquistaban un reino enemigo se hacían de tierras, montes, sembradíos y familias. Algunos amanecían con un gentilicio y al caer la noche ya no pertenecían a ese clan, sino a otro, que llevaba el nombre del conquistador. Así ocurrió con moros y judíos en la España de 1492, que fueron expulsados por Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, los Reyes Católicos. Quienes decidieron quedarse a labrar su parcela o cuidar su negocio tuvieron que convertirse, perdiendo religión, pertenencia, identidad, familia y redes de apoyo.

Los expulsados por el cambio climático: el descuido al que ha sido sometida la Tierra, debido a prácticas nocivas de todo tipo, ha incrementado la temperatura global. Según la NASA, el aumento ha alcanzado 1.1°C desde 1880. Esto implica el deshielo de enormes zonas de los polos, que provocan un aumento en el agua de los mares que sube su nivel. Islas como Manhattan, ciudades históricas como Venecia, están en riesgo de verse sumergidas bajo el agua para 2050.

Los desplazados por las guerras: ancianos, jóvenes y niños que nada tienen que ver con las decisiones de líderes políticos, son arrojados de sus casas por las fuerzas de seguridad. Los campos de concentración o campamentos de refugiados los reciben durante un tiempo, pero de ese punto a su destino final todavía tienen que transitar durante un tiempo de incertidumbre, dejando en el camino pertenencias, apegos, personas amadas, escuelas, centros de trabajo y la salud de los débiles.

Los migrantes: en 1963, la filósofa Susan Sontag escribió: “El pensamiento más serio de nuestra época se enfrenta con el sentimiento del sinhogarismo”. Ella veía cómo se iniciaba un movimiento de desplazamiento de grupos que en el siglo XXI se convertiría en una constante: migran los deportados por un gobierno, los expulsados por el crimen organizado en todas sus facetas, que se apropian de casas, ranchos y barrios de las ciudades; los que han sufrido el bombardeo de su vivienda debido a la guerra: en estos momentos, junio de 2024, hay cuatro grandes guerras y múltiples zonas vulnerables.

Las víctimas de la gentrificación: en cada ciudad grande hay barrios emblemáticos, situados en el centro histórico, muy cerca de la vida cultural, centros comerciales, escuelas, iglesias, paradas de autobús o estaciones de metro. Cuando las grandes compañías de poderosos inversionistas con capital internacional ponen su lupa sobre esas calles, adquieren los viejos edificios, aumentan las rentas hasta asfixiar a los inquilinos, reconstruyen los espacios de vivienda y comercio, transforman el espacio y donde antes había una mercería aparece un café de marca mundial. El zapatero remendón ha cerrado su taller para que su local se transforme en un punto de venta de smartphones.

Marc Augé, antropólogo francés que introdujo el término “no lugar” para referirse a los sitios de tránsito, dejó el libro Diario de un sin techo, sobre una persona real, Henri, quien vivió en las afueras de París, durmiendo en una casa deshabitada. Sufrió desorientación, su capacidad para relacionarse se fue perdiendo, mientras su identidad se erosionaba.

“Yo soy mi casa” dice un poema de Pita Amor. Nada más cierto.


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