Entrar al estudio de Fernando Garrido es una experiencia fascinante, que pone al amante del arte frente a sí mismo y los conceptos que tiene de las múltiples facetas de la vida. Este maestro del género fantástico ha creado una obra extraordinaria. Como El Bosco, Francisco de Goya y Lucientes, Max Ernst, Giorgio de Chirico, Gustav Klimt, Henry Rousseau y William Blake, Garrido ha decidido reflejar en sus piezas el alma humana con toda su complejidad. Como si poseyera una esfera prodigiosa, un aleph que contuviera el universo, lo vemos enfrentado a la dualidad que nos rodea y se manifiesta en un mundo de locos y cuerdos, sabios e ignorantes. Estas dos mitades de la vida se encuentran y se retan en un juego de espiral infinita.
Creador de mundos imposibles, pintor cuya obra es valorada y estudiada por críticos del arte contemporáneo, Fernando Garrido vive en Querétaro, ciudad a la que ha representado en Estados Unidos, Europa y América Latina, además de las múltiples sedes de nuestro país que han acogido su universo plástico, del que surgen paisajes y seres que transmiten mensajes de estremecedora belleza.
Nació en la Ciudad de México en 1955, hijo primogénito de Heberto Garrido y Carmen Romo. Su padre, médico cirujano, había vivido en Veracruz, a donde llevaba a sus hijos pequeños de vacaciones. Recuerda el pintor: “Pasábamos por las cumbres de Maltrata, pueblitos maravillosos llenos de selva tropical, ríos y montañas fabulosas con animales terribles y desconocidos, bichos raros, voladores y rastreros, era como pasar a otras dimensiones... en ese entonces Veracruz era mágico”. La visión del mundo de aquel niño se vuelve color, forma y textura en los óleos sobre tela del maestro de la plástica que habita en Juriquilla con su esposa Jacqueline Sánchez, también pintora exitosa y comprometida con las premisas del arte.
Garrido asume como influencias de su pintura el boom latinoamericano en la literatura, que estremeció al mundo con obras fundamentales del realismo mágico escritas por Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges y Carlos Fuentes.
La música es otra de sus pasiones. A los quince años inició sus estudios de piano. Más tarde, formó un grupo de rock progresivo que interpretaba sus propias composiciones en escenarios de primer nivel como el Teatro de los Insurgentes, el Teatro Ferrocarrilero y el Ágora. “La música ha sido y es imprescindible en mi vida y en general en la vida y la historia de la humanidad. Rara vez pinto sin música, rara vez paso un día sin escuchar música, me sirve para traducir aquello que no se puede explicar con palabras ni con imágenes”.
Garrido y su familia escogieron Querétaro para vivir en la década de 1990. Desde entonces, su paleta tomó los colores del aire queretano y por tanto se volvió más transparente, limpia y sobria. Aquí ha creado fascinantes esculturas cuyos protagonistas encaran la difícil disyuntiva de alcanzar un balance entre la realidad y el mundo de los sueños.
Los enormes formatos que Garrido elige nos hablan de su ambición de incluir en cada composición múltiples figuras. Cada uno de sus personajes cuenta una historia. Si los miramos a profundidad, desentrañando sus misterios, sabremos más de nosotros mismos.