La escena tiene lugar en un restaurante: una familia busca instalarse en un espacio alejado de otros, a quienes puede incomodar la presencia de una persona diferente. Los demás hablan en voz baja, sin señalarlos, pero es claro que se refieren a una pequeña que es autista, un bebé con síndrome de Down, un adolescente en silla de ruedas con movimientos incontrolables o un abuelo con deterioro neuronal.

Si son sensibles, los clientes se enfrentan a un dilema: terminar rápido de comer, pedir cambiarse a una mesa lejana, o ignorar a la familia que incluye una persona con discapacidad, enfocar la mirada en otra parte, y entrenar a los niños a no preguntar ni mirarlos, o, finalmente, asimilar la situación como algo normal. Esta última opción es la menos frecuente.

Los padres y maestros enfrentan retos difíciles. Las familias sufren un enorme desgaste emocional al darse cuenta de que sus vecinos y familiares los miran con lástima o desprecio.

Además, está la impotencia de no tener suficiente tiempo para llevar al bebé a la terapia que requiere, atender a los otros hijos y evitar que se sientan siempre en segundo plano debido a la intensidad de atención que requiere su hermana o hermano. El costo económico es otra fuente de preocupación.

Los niños con diferencias evidentes, físicas o de comportamiento, pueden sufrir acoso escolar por parte de compañeros y de los maestros, ya que conductas relacionadas con su discapacidad son atribuidas a problemas de carácter. Por lo tanto, esos estudiantes pueden ser juzgados como flojos o problemáticos y no se les da apoyo académico. Y por otro lado, no son aceptados como compañeros de juego. Todo esto impacta su autoestima y puede causar problemas de salud mental a largo plazo.

Sin embargo, en los casos en que hay un cambio de actitud, cuando la familia, la escuela y el vecindario acogen a las personas diferentes, la experiencia puede ser gozosa y dar oportunidades a la felicidad.

Viajar implica una serie de cambios para todo mundo, pero es muy estresante para personas neurodivergentes. Autism Travel es un organismo que encontró que 87% de las familias con integrantes autistas no se van de vacaciones. Ellos han aprovechado la oportunidad de beneficiar a esas familias y, a la par, crear un negocio floreciente. Se enfocan en lograr un cambio en la prestación de servicios a familias que viajan con niños autistas. En lugar de imponer reglas a la familia, capacitan al personal para que los huéspedes tengan una experiencia más grata.

Un número creciente de universidades y centros de trabajo se dan cuenta de los beneficios que brinda el aceptar como estudiantes o empleados a personas neurodivergentes o con otras discapacidades. Los cambios en las aulas, las entrevistas de trabajo y el sistema laboral, benefician a todos. Desde el diseño de espacios para hacerlos más confortables, hasta la flexibilidad de horarios, incrementan el bienestar de todo el estudiantado, o el clima laboral.

Millones de personas creen que en su familia no habrá nadie que se salga de las normas sociales de conducta. No piensan que sea probable que en algún momento tendrán que enfrentar este reto. La tolerancia y aceptación son claves: el ambiente que crean como espectadores será del que se beneficien como personajes principales.

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