Parece un juguete como hay miles. En realidad, su función va más allá: es una herramienta de comunicación, un vínculo entre dos personas, un lenguaje emocional. Este pequeño animal marino, hecho de tela con el interior de material plástico, es un auxiliar para manifestar sentimientos sin palabras. Si piensas que esto es un disparate, te felicito. Eso significa que no tienes conflictos en tus relaciones de pareja, familiares o sociales. Quizá tienes amigos de toda la vida que comparten contigo sus ideas sin herirte ni provocar malentendidos, aunque asuman posturas contrarias en la arena política, o apoyen a equipos deportivos adversarios. Sin embargo, estas amistades son tan raras de encontrar, como un cuadro pintado por Rembrandt que permaneció oculto en tu desván. Para la mayor parte de las personas, expresar lo que sienten y piensan es un desafío. Golpes, insultos, gritos, amenazas y chantajes toman el lugar del lenguaje. Cada día, a la primera oportunidad, personas que se aman pronuncian frases que reviven viejas heridas, provocan enfrentamientos o tienen la clara intención de burlarse del otro y hacerle sentir mal. La relación afectiva se vuelve un torneo donde el ganador es el que clava más dardos envenenados en el corazón del otro.
El pulpo de dos caras se ha vendido por millones en el mundo. Se coloca en un lugar muy visible para que exprese los sentimientos de quien lo posee. Puede tener una sonrisa radiante, lo que significa que el dueño del pulpo se encuentra bien, ha tenido un día estupendo y está dispuesto a recibir al otro. El rostro triste representa otro estado de ánimo: estoy agotado, me fue mal en la oficina, no logré la venta, reprobé el examen, no conseguí el contrato, no quiero hablar.
Hace ya tiempo que los psicólogos utilizan muñecos para que los niños víctimas de abuso señalen el lugar del cuerpo en que fueron tocados, molestados o penetrados. Esta realidad es más frecuente de lo que uno imagina. La transferencia que logran los pequeños al identificar sus partes afectadas mediante esta técnica logra resultados sorprendentes, en un proceso terapéutico. La niña no está sola: comparte su dolor con la muñeca.
En la antigua Grecia, el teatro se representaba por dos rostros: el de Talía, musa de la comedia; y el de su hermana Melpómene, musa de la tragedia. Talía representaba la alegría de reunir a los amigos, era la encargada de animar los banquetes, provocar la inspiración a los músicos y dictar palabras al oído de los poetas. Melpómene, por el contrario, es una figura que deambula entre la tristeza y la soledad. Dice la leyenda que esta mujer tenía todo lo que pudiera desear: riqueza, belleza y el poder de seducir a los hombres. Sin embargo, representa la ausencia de felicidad. La imagen de la tragedia se enfrenta a la comedia, en una lucha incesante. En ese conflicto se van los años. Hay quienes no aprenden nada.
Cada quien sabrá elegir su manera de expresar sus emociones: un ramo de flores, una nota que se desliza entre la comida, un correo electrónico inesperado, un mensaje de texto, el dibujo de un personaje que te representa y expresa enojo, decepción o dolor inefable. O lo contrario: el avatar que has pintado sonríe por el gozo y la gratitud de seguir vivos, en medio de las calamidades que este tiempo trae consigo.

