Araceli Ardón

El ministerio de la soledad

Lo que pasa hoy, queridos, es que millones de personas en este mundo están solas. No tienen a nadie que comparta con ellos una comida

“Seis días antes / fue domingo / y George Bell movió su auto por última vez / de una acera a otra / para evadir la multa // Ciento cuarenta y cuatro horas pasaron / para que el olor a muerte tocara la puerta vecina / accionara la llamada de alerta / y la pregunta: / ¿Cuántos días lleva ese auto sin moverse?”

Así comienza el poemario con el título de esta columna, de Beatriz Pérez Parada, escritora de Tabasco, cuya voz poética estremece las conciencias de los seres humanos que tenemos la fortuna de leer sus líneas para conservar los pies en el suelo, sentir la vibración de lo que ocurre, acompañar a otros en sus alegrías y también en sus duelos.

Los poemas de Pérez Parada tienen un ritmo que fluye con la naturalidad de un río diáfano que va tocando piedras hasta dejarlas pulidas, brillantes, capaces de recibir la luz del sol a través de su barniz transparente, acuático. Como en Piedra de Sol, de Octavio Paz:

“Un sauce de cristal, un chopo de agua, / un alto surtidor que el viento arquea, / un árbol bien plantado mas danzante, / un caminar de río que se curva, / avanza, retrocede, da un rodeo / y llega siempre: / un caminar tranquilo / de estrella o primavera sin premura, / agua que con los párpados cerrados / mana toda la noche profecías”.

La gran diferencia entre ambos poetas es que Beatriz vive, siente y se estremece, como sus lectores, por lo que ocurre en 2025. Paz vivió en el siglo XX. Con los ojos bien abiertos y la sensibilidad a flor de piel. Mucha agua ha corrido bajo los puentes.

Lo que pasa hoy, queridos, es que millones de personas en este mundo están solas. No tienen a nadie que comparta con ellos una comida, aunque se sienten en bares, restaurantes o tabernas repletas de gente. Puede ser que alguien les salude, que una joven camarera se detenga por un momento a preguntar si desean el mismo café de todos los días. Eso no es compañía. Es servicio con amabilidad, cortesía o buenos modales. El jubilado, el ama de casa viuda, cuyos hijos viven en otras ciudades, regresarán a su casa solitaria esperando que algo cambie, así sea el color de alguna pared.

En 2018, el Reino Unido fue pionero al establecer el Ministerio de la Soledad, para combatir los altos índices de desamparo que afectan a más de nueve millones de ciudadanos británicos. Uno de cada siete.

Japón fue el siguiente reino en abrir su Ministerio de la Soledad. En la década de 2010, alcanzó el más alto índice de suicidios en el mundo desarrollado. En 2020, de manera paralela a la pandemia, 20,219 personas se quitaron la vida en ese archipiélago. De ellos, más de 300 escolares.

Beatriz Parada habla de los solos: “Los que viven en cuartos como botiquines / con lo mínimo para autocurarse // Los que comen de pie junto a estufas pequeñas / procurando no ensuciar trastes // Los que caminan a todos lados / llevando a cuestas sus mochilas y un silencio // Esos que duermen apilados como expedientes inconclusos / libros a los que alguien arrancó algunas hojas”.

Está en nosotros enfrentar este mal, desde la raíz. Abrir las puertas de nuestra casa para que entren los solos, y que no lo sean nunca más.

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