La Historia de la humanidad registra los acontecimientos que cambian la vida en comunidad: guerras, golpes de estado, invasiones y cambios de la geografía política que trazan nuevas fronteras o designan otro nombre para el territorio. Además, están los siniestros de origen natural: terremotos, incendios, tsunamis, sequías, inundaciones. Estos accidentes, unidos a la esencia del tiempo y espacio, afectan a millones de seres humanos.

De manera simultánea, como si se tratara de caminos paralelos, están las investigaciones científicas, los nuevos yacimientos de materias primas, las invenciones, las artes y la cultura. En este campo, un asunto fundamental es el cambio del documento de papel al archivo digital, que es el medio del futuro.

De la cuna a la tumba, nuestra identidad se define con papeles: el acta de nacimiento, la fe de bautismo, los grados académicos, el contrato de trabajo, el matrimonio, las escrituras y facturas de bienes muebles e inmuebles, los resultados de análisis clínicos, el diagnóstico de enfermedad, las recetas de medicamentos, el acta de defunción.

Por no hablar de las cartas: desde los reportes enviados por los navegantes, conquistadores y cronistas de las tierras invadidas, hasta la declaración de amor o la narración de los hijos cuya barca ha atracado en muelles tan lejanos que la anhelada reunión familiar se vuelve imposible.

Hay museos dedicados a preservar y exhibir cartas escritas por reyes y reinas, líderes de opinión y artistas; sus amigos o súbditos han guardado interesantes misivas de Mick Jagger, Groucho Marx, Fidel Castro o Albert Einstein. Shaun Usher, autor inglés, ha publicado en su blog Letters of Note la carta en que Virginia Woolf le explica a su marido las razones por las que ha cometido suicidio; o la curiosa receta de cocina que Elizabeth II del Reino Unido le envió al presidente Eisenhower de Estados Unidos.

Los documentos en papel son tangibles, uno puede tocarlos, sentir su peso y hojearlos con facilidad. Hay una conexión física con ellos. Se pueden leer en forma cómoda, provocan menos fatiga visual que los digitales y carecen de distracciones como las ventanas que aparecen en la pantalla mientras leemos. Son más seguros en cuanto a la privacidad, no son vulnerables a las amenazas cibernéticas, pueden guardarse por largo tiempo, aunque esto llega a ser una desventaja, porque ocupan mucho espacio en casas, oficinas y bodegas reducidas. Aunque se tenga mucho lugar para guardarlos, la organización y limpieza de carpetas, cajas y estantes se vuelve un reto. Enviar documentos en papel de un lugar a otro puede ser lento y costoso.

El papel, además, es un producto cuya materia prima proviene de la tierra: los bosques han sido mermados por la producción de celulosa, lo que hace al papel menos amigable con el medio ambiente que los documentos digitales.

Cambiar el papel por los medios electrónicos es difícil para muchas personas. Mi experiencia de quince años, que someto a su consideración, es que la literatura en una pantalla electrónica y los audiolibros tienen su encanto. Escuchar un libro leído por una voz educada, que imprime emociones, es una fuente de placer.

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