Conmovida, con una madeja en la mente que me hace pensar en la migración, la amistad, el sentido de la vida y las relaciones entre los países: así me dejó esta novela de Leonardo Padura, uno de los mejores narradores de América Latina.
Padura, nacido en La Habana en 1955, es conocido por su colosal obra El hombre que amaba los perros, que narra la historia del español Ramón Mercader, asesino de León Trotski. Esa trama sigue a Trotski luego del destierro que le fue impuesto por Stalin, lo observa mientras se instala en la Ciudad de México y luego se enfoca en Mercader: su infancia en Barcelona, sus vicisitudes durante la Guerra Civil, la influencia de su madre, cargada de ideología; sus estancias en Moscú y París hasta que por fin llega a México, a cumplir con su misión: exterminar a su enemigo.
Les prometo una reseña sobre Herejes, formidable novela sobre una familia de judíos en Cuba, o sobre Agua por todas partes, el libro de memorias en el cual Padura explica, una y otra vez, sus razones para permanecer en la casa, la ciudad y el país de sus ancestros.
Como polvo en el viento, contada por una voz narrativa omnisciente, es la crónica de un grupo de amigos íntimos, que pasaron juntos la adolescencia en Cuba, que se amaron con intensidad y colocaron un nombre a su fraternidad: El Clan. Sufrieron las consecuencias de la crisis económica de la década de 1990 en la isla, y al llegar la edad adulta, se separaron porque el país donde vivían no les permitió tener un desarrollo pleno, para ejercer sus profesiones con dignidad y esperanza en un mejor futuro.
El título de la narración está tomado de la canción del grupo Kansas, Dust in the Wind. Esta pieza, escrita en 1977, con letra de Kerry Livgren, fue grabada con ritmo de rock progresivo y un mensaje que nos llega al fondo: no somos más que polvo en el viento. “Cierro mis ojos sólo por un momento, y ese momento se ha ido. Todos mis sueños pasan frente a mis ojos con curiosidad”.
La trama inicia con una escena en Miami, donde Adela Fitzberg, una chica nacida en Nueva York, vive con su novio, Marcos Martínez, un joven habanero recién llegado a los Estados Unidos. Esta pareja desciende de dos mujeres que en tiempos de juventud pertenecieron al Clan. A partir de este punto, Padura sigue los hilos de las vidas de los miembros del grupo, en una serie de avances y retrocesos en el tiempo que asoma a la intimidad de los cuerpos y las memorias de los personajes.
Padura es una de las voces cubanas más respetadas dentro y fuera de la isla. Su literatura es un soporte para expresar ideas críticas sobre la forma en que se desenvuelven la política y la economía de su país; por su calidad literaria y la valentía en que expresa sus opiniones, obtuvo el premio Princesa de Asturias en 2015.
Los cubanos con un anhelo de vivir en un entorno más favorable huyen de su país, a sabiendas de que no podrán volver en mucho tiempo, quizá en el resto de sus días. Cuando abordan el barco o avión que les lleva lejos, saben que están dejando una parte fundamental de sí mismos: un pedazo de tierra que les ofrecía identidad, valor, creencias, pertenencia y fuerza interior. Aunque en el exilio coman los platillos de su gastronomía tradicional, aunque escuchen su música y bailen sus ritmos en alguna fiesta, nunca será lo mismo. El migrante va dejando un trozo de corazón, un rastro de su roja sangre, por donde quiera que vaya.