En la madrugada del 25 de septiembre Alonso Lujambio falleció. Terminó su vida, comienza su historia. Es la historia de un panista “Honoris Causa”.
Vivió medio siglo, nació el 2 de septiembre de l962 y en su fructífera vida pública se pueden distinguir tres facetas; intelectual, funcionario y político. Las conjugó magníficamente. Alonso recibió muchos talentos. No los guardó ni los escondió y hasta el último aliento los hizo rendir al ciento por uno. Baste decir que aún conociendo que se aproximaba su final, hace unos días asistió a un homenaje público en el que anunció que estaba trabajando para introducir en el Senado una propuesta sobre transparencia. Esperamos, por lo menos, que el grupo parlamentario del PAN recupere su esfuerzo y la presente como iniciativa póstuma del senador Lujambio.
Cuando irrumpió en la arena política llamó la atención porque en el turbio ambiente político mexicano, encontrarse con un intelectual joven, funcionario de reconocido prestigio que no rehuía a comprometerse en un partido político, era prometedor y refrescante.
Fuera de las burocráticas definiciones estatutarias, en torno a Acción Nacional se suelen agrupar personas que en diversos ámbitos trabajan por el bien de México. Son panistas “honoris causa”. No son militantes, ni activos ni adherentes, pero comparten los valores del humanismo político. Un día, por alguna circunstancia optan por la afiliación formal. Otros nunca dan el paso.
No hay duda que Alonso Lujambio es un caso por demás representativo de esta categoría. “Reclutado en la cuna” como solía reconocerlo, ya que como vástago de Sergio Lujambio Rafols, aguerrido parlamentario panista de la década de los setenta, que hacía temblar al priísmo en los debates sobre la cuenta pública, vivió desde su infancia los avatares y convicciones propios de una familia cuyo padre luchaba contra las ladronerías del gobierno autoritario.
Hay que agregar en este contexto, la singular pluralidad de su genealogía familiar, en ella se habían fusionado sensibilidades liberales, católicas y espiritistas. Alonso nos relató todo esto en su delicioso libro, “Retratos de Familia”(Arkhé, 2011).
De este entorno familiar surgió un demócrata. Un joven que decidió estudiar la ciencia política en algunas de las mejores escuelas: ITAM y Yale. En esta última fue discípulo de uno de los grandes teóricos de la ingeniería política Juan J. Linz. De su faceta como politólogo hay abundante obra publicada.
Pronto pudo poner su ciencia y prestigio profesional al servicio de una de las mayores y mejores causas del país: la instauración de la democracia. Fue consejero del IFE en el periodo 1996-2003, los años cruciales del cambio político en nuestro país en los que la capacidad y la honorabilidad de la autoridad electoral fueron un factor muy importante para dejar atrás la frustrante historia del siglo perdido de la democracia mexicana 1913-1999. Alonso Lujambio es sin duda uno de los hombres relevantes de la transición democrática en México.
Llegó a ser consejero del IFE porque no era militante del PAN. Hay muchos ciudadanos que sin credencial del partido, con el riguroso y patriótico desempeño de sus responsabilidades se sintonizan con la realización de los ideales panistas. Lograr elecciones libres y el sufragio efectivo fue y sigue siendo uno de los principales objetivos del programa histórico del PAN. El carnet es lo de menos. Lo importante son las obras y sus frutos.
De la tarea electoral pasó a ser comisionado del Instituto Federal de Acceso a la Información, 2005 – 2009 y fue su presidente en los últimos tres años. Convencido de que de nada sirve el respeto al voto si la autoridad que surge de la voluntad popular se comporta como pandilla de pillos que esconde la información sobre sus decisiones y sobre el uso de los recursos públicos, se aplicó a promover la decencia en la administración pública.
Luego tuvo una de las mayores emociones de su vida al ser nombrado Secretario de Educación Pública. Despachar en el mismo escritorio que un día fue de Vasconcelos lo conmovía y motivaba enormemente. Para él, conocedor de la historia, de las vinculaciones políticas del prepanismo que ligaban a uno de los fundadores de Acción Nacional Manuel Gómez Morín con su legendario e ilustre antecesor en la SEP, constituía un acicate para lograr los objetivos de calidad educativa.
En eso estaba cuando decidió dar el paso de afiliarse formalmente al PAN. Lo hizo el 25 de junio de 2009. La exploración de la posible candidatura presidencial tal vez le aconsejaron hacerlo.
Alonso Lujambio fue un panista clásico de nuestro días, no por el número de años que contó con el plástico de sello y fotografía del PAN, sino porque se aplicó con alegría y pasión como intelectual, funcionario y político a hacer realidad los ideales y objetivos de Acción Nacional. Hizo algo más, una parte de sus afanes intelectuales las dedicó a investigar la historia del PAN. Nos dejó un volumen con ensayos sobre el tema: “La democracia indispensable”(DGE/Equilibrista,2009.) además de artículos y colaboraciones en revistas y diarios. Como catedrático motivó a varios de sus alumnos a profundizar sobre el tema. A él se debe que Horacio Vives haya escrito una biografía sobre de un importante personaje del panismo, José González Torres: “Entre la fe y el poder “(Epessa,2000).
En resumen, Alonso Lujambio por sus actos adquirió con sobrados méritos la militancia panista por causa de honor, pero mas que eso, por ser un modelo de buen ciudadano mexicano para hoy y mañana.
Ex presidente nacional del PAN.