Recuerdo que hace algunos años la peregrinación desde Querétaro al Tepeyac coincidía con las festividades de San Juan. En pleno festejo durante la feria, había quien aprovechaba la ocasión y con el pretexto de “festejar” se ponían unas borracheras, como dirían los clásicos, “colosales”. Afortunadamente este tipo de prácticas han disminuido de manera importante y hoy son pocos los peregrinos que con la esperanza de descansar el cuerpo beben alcohol.
Temprano se alista la partida de San Juan del Río rumbo a Polotitlán, pronto se dejarán tierras queretanas y nos adentraremos a los municipios vecinos del Estado de México. Este tamo, a mí, siempre se ha hecho muy tedioso y cansado, quizá por lo plano del terreno. A pesar de eso se desborda una gran alegría el saber que pronto estaremos llegando al Tepeyac a visitar a la Santísima Virgen María de Guadalupe, Reina de los mexicanos.
Tristemente hay muchos peregrinos que caminan por caminar, que no aprovechan el momento para hacer una buena confesión y como dijo nuestro Padre Obispo Don Faustino “no cargar los pecados, se aligera el camino”, creo que es una muy buena oportunidad para reconciliarse y en la peregrinación acompañan una infinidad de sacerdotes que siempre están dispuestos a escuchar, perdonar y orientar.
Los cantos y rezos se escuchan en los diferentes grupos, con alegría se reza el Santo Rosario en sus diferentes misterios, las alabanzas no se pierden. Hoy en estos tiempos se ve con mucha frecuencia a los peregrinos con esos famosos auriculares conectados a un aparato electrónico, me imagino que van escuchando música y esta práctica -cuando es con abuso- creo que no es tan favorable, porque se pierde la oportunidad de ir reflexionando.
Ocurren muchas situaciones cuando se va en la fila de la romería, por mencionar algunas. Hay quien camina dormitando, yo no creía de este fenómeno hasta que me pasó. Es tan común que ya uno no lo platica. En ocasiones se ve a algún hermano peregrino listo para caminar con una cobija, de esas de lana, cubriéndose como si hubiera habido una helada, como las que ocurren en los días de octubre, conocidas en el campo como “El cordonazo de San Francisco”.
De niño recuerdo haber visto a muchos hombres que caminaban sin una extremidad inferior, los veía y me sorprendía verlos con un “aparato ortopédico”, si así se le podía llamar a un palo de madera bastante grueso y muy rústico que les servía para ayudarse al caminar. Hoy no veo esas imágenes que me dejaron impactado de niño, quizá será que es más fácil que cualquier persona con discapacidad pueda adquirir un aparato ortopédico perfectamente diseñado y ergonómicamente hecho. No lo sé, pero aquellos hombres que yo vi les reconozco su gran valor de caminar en esas condiciones.
De todas las edades se ve en la fila de la romería, niños, jóvenes, adultos y ancianos. Todos con alegría entonan cantos marianos como “La Guadalupana” y se siente una gran emoción. El rezo del santo rosario es fundamental y no debe faltar. Siempre hay alguien que ayuda y apoya al que siente desfallecer, cuando llegan esos desmayos en algún peregrino están siempre listas las asistencias de los paramédicos.
La hidratación es fundamental, también hay personas caritativas que proveen de agua y alimentos a quien lo necesite sin ningún costo. Este tipo de altruismo se ha dado, quizá, desde los inicios de la peregrinación Querétaro al Tepeyac.
Pronto se ven los municipios mexiquenses, se ha dejado atrás a Querétaro. Observamos, con menos frecuencia, los campos sembrados, los grandes árboles que con su gran sombra sirven para cubrir del Sol a quienes se sienten un poco fatigados. Se aprovecha para detenerse y reposar un rato, vienen los descansos la Santa Misa y a seguir por el camino para llegar a Polotitlán en el Estado de México.
Pronto se oscurece y al caer la noche a conciliar el sueño para empezar la siguiente jornada.