Alejandro Gutiérrez Balboa

Telaraña brillante

A Putin le valiera negociar la paz antes de evidenciar más sus vulnerabilidades

En una operación espectacular, a primeras horas del 1 de junio, Ucrania realizó al menos tres ataques simultáneos con drones a bases aéreas rusas situadas a lo largo de su vasto territorio ruso; la más cercana, a más de 4 mil kilómetros de la frontera entre ambas naciones.

La operación, denominada “Telaraña”, constituye un contrataque al reciente recrudecimiento de los bombardeos rusos que ha sido la respuesta a todas las iniciativas para alcanzar un alto al fuego, aunque sea temporal, e implementar negociaciones que conduzcan a la paz en el conflicto.

Existen varias versiones del ataque ucraniano, pero imágenes muestran el despegue de los drones desde cajas de trailers, que se dirigieron a dos bases rusas de la región de Irkutsk, en Siberia; a otra en Murmansk, en el Ártico, y las de otras tres regiones rusas: Ivanovo, Riazán y Amur. Al parecer, los ucranianos lograron infiltrar los trailers en territorio ruso hasta las cercanías de los puntos atacados, desde donde despegaron los drones.

El conflicto ruso-ucraniano se produce luego del ataque de una superpotencia contra un país débil y vulnerable, por lo que éste último enfrenta enormes dificultades y pocas probabilidades de salir airoso, con el agravante de la pérdida del apoyo del actual gobierno de Estados Unidos y el traslado de este apoyo para el agresor. Entre otras razones, esto ha obligado a los ucranianos a tener que echar mano de armas no convencionales, como el caso de drones.

El ataque del 1 de junio ha sido importante por varias razones, los rusos no lo pueden negar porque los drones traen cámaras que grabaron los detalles de la operación y la destrucción de aviones e infraestructura de las bases rusas, cuya difusión ha sido instantánea alrededor del mundo.

Por más que la desinformación rusa lo niegue, no puede ocultar el enorme daño que sus fuerzas de ataque aéreo han sufrido. El Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) calcula haber dañado entre el 34 y el 40% de la aviación estratégica rusa. Esto suele ser propaganda, se llama explotar el éxito, pero lo indudable es que un país débil ha destruido una buena cantidad del poder aéreo de una superpotencia militar, en unos cuantos momentos y a enorme distancia.

Se tiene contemplada una reunión en Turquía para poder llegar a una base de negociación entre las partes. Cualquier encuentro, después de este brillante operativo, dejará en evidencia ante el mundo toda la campaña de desinformación rusa, que invariablemente acusa de “terroristas” los ataques ucranianos, cuando los suyos propios a Ucrania no han evitado la población civil. Los blancos del 1 de junio son militares, completamente legítimos y han puesto en evidencia la coladera que en realidad es la defensa rusa.

En 3 años y 3 meses de invasión, los rusos ya tienen alrededor de 1 millón de bajas, entre muertos y heridos, un precio completamente insostenible para el agresor. Poco puede hacer Vladimir Putin para justificarlo y mejor le valiera negociar la paz antes de evidenciar aún más todas sus vulnerabilidades estratégicas, políticas y militares.

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