Una distintiva característica de los líderes populistas, del signo que sean, es la utilización ad nauseam de actitudes, gestos y sobre todo frases, que despierten las emociones de las masas a las que manipulan y engañan con plena frialdad. Pero algunos se llevan todos los premios a la actuación; en esta ocasión hablamos de Luiz Inacio Lula da Silva, el presidente de Brasil.
Hace unos días, en una reunión ante el Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria de su país, y hablando de sus épocas de trabajador metalúrgico, mencionó que pasaba hambre y le daba vergüenza recibir algún sandwich de sus compañeros trabajadores, ya que él supuestamente ni para eso tenía. En un tono mucho más melodramático que cualquier telenovela lacrimógena, Lula rompió a llorar; claro está, todo esto ampliado y repercutido por todo un aparato propagandístico. Ni en eso son originales.
No es la primera vez que Lula llora; de hecho, utiliza este recurso muy a menudo. Lloró en noviembre de 2022, al prometer que el hambre se terminaría en su país; volvió a llorar el 12 de diciembre de 2022 cuando fue ratificado su triunfo electoral; lloró en su discurso de toma de posesión de su tercer periodo el 1 de enero de 2023. Ya había llorado el 15 de septiembre de 2016, al intentar defenderse de la acusación de la fiscalía de haber sido el “comandante máximo de la corrupción en Petrobras”, la empresa estatal. Lula fue encarcelado por ese delito y por lavado de dinero, de abril de 2018 a noviembre de 2019.
Pese a esto, el llorón Lula no ha logrado desbancar del estrellato de la actuación y las payasadas a Eva Duarte de Perón, quien hasta la fecha conserva “fans” en la Argentina, a 73 años de su muerte.
No ha llorado ninguna de sus mentiras, en especial la de que no habría hambre en su país; no hay que ir a la región amazónica para constatar la falsedad de eso. Ni tampoco que haya sacado de la pobreza a 29 millones de sus compatriotas; al igual que en nuestro país, los programas asistenciales no sacan de la pobreza a nadie, sólo la disfrazan. Sale de pobre aquel que se vuelve productivo, no quien sólo estira la mano por dádivas.
Tampoco ha llorado por el 50% de aranceles que le ha impuesto Trump a la mayoría de las exportaciones hacia Estados Unidos, principalmente por la actuación del juez del Tribunal Supremo brasileño que le levantó todos los cargos y con ello obtuvo la libertad posibilitándole un tercer periodo presidencial, amén de destruir la separación de poderes en el país sudamericano.
Lula es parte activa del Foro de Sao Pulo, de los BRICS y de esta pandilla de demagogos que minan las oportunidades de que sus países salgan adelante, ya que la corrupción es parte fundamental en la actuación de estos “redentores”.
Claro, el llorón Lula da Silva tiene un muy bien estructurado aparato de propaganda que gasta millones en la difusión de sus payasadas, ocultando derroches y malos manejos presupuestales de sus partidarios dentro y fuera del gobierno. Con Lula y su sucesora, destituida del cargo, la corrupción en Brasil se disparó y de eso no hay llanto.
Maestro en Administración Militar para la Seguridad y Defensa Nacionales