Donald Trump pasará, pero el legado que deje perdurará por décadas y afectará u honrará a su país; por eso las decisiones que tome en las próximas semanas serán tan relevantes. La suerte de muchos países está en juego y el líder que es más cercano a un actor que a un estratega político debe pensar muy bien lo que hará. Dos son los temas que en nuestros días sobresalen, pronto habrá más.
Los temas inmediatos son Venezuela y Ucrania. En ambos casos lo que se juega es la libertad y el derecho; si las acciones y negociaciones que se están llevando a cabo no concluyen en favor de estos valores, no sólo serán una payasada más de Trump, sino que el liderazgo norteamericano, su confiabilidad y su fortaleza se verán minados en forma determinante.
Al fiasco de la reunión con el líder ruso en Alaska, siguió, tres días después, la reunión con el presidente ucraniano, acompañado por 7 líderes europeos que han manifestado a las claras su apoyo al país agredido e invadido injustamente. Pese a ello, Trump no ha terminado por decidirse en el rumbo a seguir.
En este caso, las alternativas para Estados Unidos van mucho más allá de la infelicidad que Trump manifiesta por la falta de disposición de los beligerantes por alcanzar todo un acuerdo de paz más que un cese al fuego.
Resulta completamente irreal pensar en una reunión cara a cara de Zelensky con Putin, como pretendía Trump, mientras siguen lloviendo misiles y drones en ambas direcciones. Incluso, el reciente bombardeo ruso que afectó una fábrica electrónica norteamericana en Ucrania no despertó mayores protestas ni reclamos del presidente norteamericano.
Sus inconsistencias, hasta ahora, resultan inexplicables. El gobierno de Estados Unidos le impuso tarifas arancelarias a India por comprar petróleo ruso, pero no a los países europeos que hacen lo mismo.
En el caso de Venezuela, la apuesta tiene que ser definitiva. El despliegue de la fuerza militar frente a las costas venezolanas no puede menos que terminar con la tiranía de Chávez/Maduro y, con ello, con la corriente de gobiernos corruptos, empobrecedores de sus pueblos y aliados o socios de organizaciones criminales que se originó en Cuba hace 65 años y que acabaron con las libertades más esenciales de sus ciudadanos.
De no lograrse este propósito, Estados Unidos dejará de ser garante de la libertad y legalidad en América Latina y en otras latitudes, perderá el liderazgo adquirido después de la Segunda Guerra Mundial y muchos líderes que con plena valentía y decisión enfrentan la ilegalidad, la persecución, la calumnia y el hostigamiento permanente abandonarán una lucha sin esperanza al no obtener respaldo de quienes presumen ser defensores de las libertades.
La suerte de Donald Trump resulta irrelevante, no así la de su país. Es éste el momento preciso de que se decida a apuntalar el imperio de la ley, la democracia, el crecimiento económico y las libertades en naciones como la nuestra, así como la de defender el derecho internacional en contra de las agresiones injustificadas, como ocurrió en Ucrania. No hay mañana.
Maestro en Administración Militar para la Seguridad y Defensa Nacionales