La década de los 80 del siglo XX contempló dos fenómenos que en aquellos días parecían irreversibles: el derrumbe de la Unión Soviética y un impulso a nivel universal de lo que hoy se conoce como globalización, esto es: la expansión del libre mercado, las inversiones y baja de tarifas arancelarias para permitir un boom en el comercio.

A fines de diciembre de 1991 desapareció la tiranía de la URSS, pero no para dar cauce a un modelo democrático, sino que siguió otro modelo autoritario, con algunas libertades, dirigido por Vladimir Putin desde 1999.

Ciertamente desapareció el imperio soviético y su influencia en Europa Oriental, varios países abrazaron la democracia y abrieron sus mercados; el poder ruso actual es más militar y de intrigas que político.

Del otro lado del espectro, la globalización ciertamente logró crecimientos económicos nunca antes vistos en prácticamente todos los países que de una u otra forma se involucraron; si bien no dejó de contener prácticas abusivas y otras que se revirtieron con el tiempo.

Entre ellas se dio la de grandes empresas invirtiendo en países con mano de obra cuasi esclava, que resultaba muy atractiva y contra la que era imposible competir; las empresas trasladaron sus plantas productivas a estos países porque los impuestos eran mucho menores y el costo de nóminas y proveeduría era muchísimo más barato. Así fue como surgió China al nivel de potencia mundial económica, tecnológica y militar, pero muchos otros países siguieron modelos muy similares.

En cambio, países que mantuvieron medidas proteccionistas en sus economías se vieron rezagados. Con todo, fueron las crisis financieras globales, como la de 2008, el resurgimiento de nacionalismos, la desigualdad económica entre los países; el desempleo provocado tanto en los países proteccionistas como en las grandes potencias económicas, al irse las inversiones a mercados que producían mucho más barato, y la realidad de que la globalización no fue equitativa, sino que tuvo ganadores y perdedores, ha venido dando al traste con un proceso que, bien diseñado, planeado y dirigido, pudo acarrear beneficios más compartidos.

Un elemento que ha venido a combatir la globalización ha sido el surgimiento de bloques políticos y económicos. El caso de los BRICS es uno de ellos. Surgido en 2009 como la asociación de economías emergentes, ha tenido una expansión de 5 a 10 países miembros y su propósito no declarado es presentar una alternativa a la globalización encabezada por las grandes potencias económicas mundiales.

La semana pasada se llevó a cabo en Chile otra reunión cumbre del presidente socialista español con sus contrapartes chilena, brasileña, colombiana y uruguaya, también socialistas, bajo la cobertura de una reunión entre el Mercosur y la Unión Europea para lograr un acuerdo comercial, algo que está muy lejos de ocurrir.

Los detractores de la globalización trabajan para impulsar proyectos encontrados, aprovechando el torpedeo que sufrió con la llegada de Donald Trump al liderazgo del país que encabezó el libre mercado a nivel planetario.

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