Las recientes elecciones en países europeos, Rumania, Polonia, Portugal, redefinirán la consolidación o la fractura de uno de las 4 superpotencias mundiales, Europa. En caso de triunfo de los candidatos populistas simpatizantes de Vladimir Putin, paradójicamente de derecha, el nuevo zar ruso habrá logrado uno de sus más caros anhelos: dividir el bloque europeo para ampliar su radio de influencia.
Ciertamente, después de la caída del Muro de Berlín, y a pesar del enorme debilitamiento de la exUnión Soviética, la Unión Europea presentaba un frente sólido, en especial en el ámbito económico. China luchaba por consolidar su propio modelo económico y su fortalecimiento militar, mientras Estados Unidos se mantenían como árbitros de los conflictos mundiales o regionales.
Esto ha cambiado en nuestros días. China alcanzó ya el segundo lugar en crecimiento económico en el mundo, se posicionó casi sin ser percibido como un tercer abastecedor de armas a nivel mundial y ha hecho todo por prevalecer en sus intenciones expansionistas en Asia: lograr algún día la anexión de Taiwán e incrementar su hegemonía en los mares Amarillo, de China oriental, del sur de China y hasta el Mar de Filipinas. En esto choca con los intereses de todo tipo de Corea, Japón Filipinas, Vietnam e Indonesia.
Rusia, desde su posición de debilidad post-soviética, implementó mejor que nadie un nuevo estilo de confrontación, la guerra híbrida; esto es, todo tipo de operaciones de sabotaje, propaganda, desinformación, ayuda a fuerzas extranjeras a trasmano y hasta la intervención directa de fuerzas militares o militarizadas, que no mostraron su propia bandera. Así logró intervenir en varios países europeos, en Chechenia, en varias partes de África, en Siria. El precio ha sido alto, sobre todo en la muy mal calculada intervención en Ucrania, pero tal vez sus mayores éxitos hayan sido infiltrar y reconfigurar los propósitos de muchos partidos políticos de supuesta derecha, alrededor del mundo, así como lograr que todo un presidente de Estados Unidos se alinee con sus objetivos políticos, económicos y militares.
Estados Unidos, en un muy breve espacio de tiempo, ha visto estropeada su imagen y presencia como primera potencia en el mundo. Si bien su poder militar y económico sigue siendo incuestionable, también lo es su desprestigio. El abandono a Ucrania y a Europa en lo militar tendrá unos efectos posiblemente irreversibles, porque es indudable que el gran beneficiado será el que había sido su principal adversario, y a cambio de nada.
Por eso es fundamental que se fortalezca la Unión Europea, que sustituyan a EEUU como aliado imprescindible y se consolide como un cuarto actor de primer orden en el escenario internacional. La salida de la Gran Bretaña de la Unión, las posiciones populistas de un Viktor Orban, los titubeos mañosos del primer ministro español y el eventual triunfo de candidatos pro Putin en las recientes elecciones, son fisuras que sólo benefician al autócrata ruso que si algo teme, es una Europa Unida y aliada incondicional de Ucrania.