Después de la sangrienta guerra civil en El Salvador ocurrida de 1979 a 1992, y del crecimiento del crimen organizado encabezado principalmente por las bandas Mara Salvatrucha y Barrio 18, que continuó el caos y la anarquía en el país centroamericano otras décadas más, la llegada al poder de Nayib Armando Bukele Ortez presagiaba una nueva era. Lo es, pero no para bien.
Bukele, hijo de un palestino emigrado a El Salvador, se dedicó a los negocios paternos, pero muy joven fue inoculado con el atractivo del poder y el gobierno. Con tan sólo 29 años, fue elegido para su primer cargo público, el de alcalde de Nuevo Cuscatlán, en 2012 y luego en la capital del país, bajo la tutela del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, la principal fuerza de izquierda que escenificó la guerra civil y que posteriormente se legalizó como partido político.
Tras escindirse del FMLN, fundó su propio partido, Nuevas Ideas, en 2018, y de ahí se lanzó como candidato a la presidencia del país por un partido de centro izquierda. Tras una serie de arreglos logra el triunfo y toma posesión a principios de junio de 2019.
De inmediato, se dio a la tarea de manejar una buena imagen y lograr resultados espectaculares, al tiempo que fue bloqueando todo tipo de oposición interna. Su aparente logro más relevante es el de haber bajado los índices de inseguridad en forma impresionante, lo que le ha acarreado una indiscutible popularidad entre la población.
Otro enorme logro es el de su relación con el presidente norteamericano, Donald Trump, quien lo ha recibido casi sin cita, lo que contrastó enormemente con el presidente argentino Javier Milei, que no pudo entrevistarse con Trump el pasado abril.
Bukele ofreció que no se reeligiría, lo que incumplió y, haciendo una maniobra legaloide logró un segundo período el año pasado, alcanzando una aplastante mayoría en el Congreso. Ahora, ha efectuado cambios constitucionales para poder reelegirse indefinidamente, en un proceso fast track, en el que la Asamblea Legislativa ni siquiera discutió los dictámenes, además de ampliar el período presidencial de 5 a 6 años.
Como Maduro en Venezuela, como Ortega en Nicaragua, Bukele se erige en un nuevo dictador de república bananera, con el apoyo de su gran cuate Donald Trump, al que le ha hecho enormes favores. Pasan las décadas y los siglos y la historia se repite una y otra vez.
Pese a su buena imagen, cada día salen a la luz nuevas noticias de que, si bien los índices de inseguridad en El Salvador mejoraron en forma aplastante e incuestionable, las relaciones de Bukele con varios de los líderes de las pandillas fueron clave para lograr estos resultados. Muy sospechoso ha sido el viaje personal al país del norte y el interés fuera de lo común por la extradición de un líder mafioso detenido en Estados Unidos, algo a lo que Trump cedió bonitamente.
Todo esto sin mencionar nada de las acusaciones y señalamientos por las condiciones en las que mantienen en su mega cárcel a los pandilleros detenidos. Bukele vuela para nuevo dictador centroamericano.