En un país donde la autonomía universitaria se ha vuelto cada vez más vulnerable frente a recortes presupuestales y decisiones externas, resulta imprescindible construir nuevas rutas para garantizar la soberanía de nuestras instituciones de educación superior. En la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), una de esas rutas es clara: consolidar un sistema sólido de propiedad intelectual que permita generar conocimiento transferible y, con ello, ingresos propios sostenibles.

La apuesta es estratégica. En 2019, nuestra universidad contaba con una sola patente activa y más del 60% de los expedientes de propiedad industrial estaban en abandono. Hoy, apenas unos años después, se han obtenido 30 títulos de propiedad industrial —14 patentes, 11 modelos de utilidad y 5 diseños industriales, así como 57 marcas universitarias vigentes y 88 registros de derechos de autor—. Esta transformación no es casual: es producto de la implementación de procesos internos, capacitación especializada y visión institucional de largo plazo.

Pero registrar no basta. El verdadero valor de la propiedad intelectual emerge cuando las tecnologías desarrolladas al interior de la universidad llegan a la sociedad a través de esquemas de transferencia. En este sentido, las universidades que han apostado por sistemas robustos de innovación ya están viendo los frutos. Según reporta la organización Salud y Fármacos, la Universidad de Columbia generó más de mil millones de dólares en regalías gracias a su patente del factor de coagulación VIII recombinante, mientras que la Universidad de Emory recibió alrededor de 540 millones de dólares por la licencia de antirretrovirales como parte del tratamiento del VIH/Sida. Otras universidades como la de Wisconsin y Stanford también han consolidado fuentes constantes de ingresos gracias a tecnologías licenciadas a la industria farmacéutica y tecnológica (Salud y Fármacos, 2024).

Estos casos no son excepcionales. Son el resultado de una estrategia deliberada para transformar la investigación en valor económico y social. En la UAQ estamos construyendo esa base: un portafolio tecnológico activo, estructuras de acompañamiento para inventores y emprendedores, y un programa de aceleración de empresas de base científica y tecnológica en alianza con TecniA de la Universidad Anáhuac. Este programa, que actualmente impulsa a las primeras 10 startups universitarias de la UAQ, busca llevar tecnologías nacidas en nuestros laboratorios al mercado, conectándolas con inversionistas, expertos y redes de emprendimiento de alto impacto.

La visión es clara: una universidad capaz de sostener parte de su operación con ingresos derivados del conocimiento que genera. Una universidad verdaderamente autónoma, no sólo en su ley orgánica, sino en su capacidad de decidir su destino. La propiedad intelectual no es un trámite más: es un instrumento de soberanía.

Director de Innovación de la Universidad Autónoma de Querétaro.

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