Hoy más que nunca México necesita definiciones concretas. La próxima reforma electoral será, tal vez, el último golpe a la democracia.

En el ámbito de la política existen dos visiones de modelos democráticos. Uno, el más tradicional, nacido en los postulados de la revolución francesa, que pregona por el gobierno de las mayorías. Otro, más moderno y novedoso, impulsado en la Europa de la postguerra, que en el marco de los derechos humanos apuesta por gobiernos abiertos y plurales, donde se escucha y respeta a las minorías.

Esos dos modelos de sistema estarán en juego cuando se discuta la próxima reforma electoral. Al respecto, los defensores del oficialismo ya han dejado clara su postura. La mayoría aplastante del partido gobernante será aplicada con mano de hierro.

Frente a eso, ¿Qué nos queda? Construir una verdadera oposición. Que no sólo defienda los ideales democráticos del siglo XXI, sino que, además, presente una postura real y efectiva frente a cualquier indicio de autoritarismo.

Ello es difícil cuando, poco a poco, se va limitando la libertad de expresión, se reducen los espacios a la libre competencia y se amplia el espectro concentrador del poder. Pero eso no nos debe desanimar, porque ante todo, aún existen mecanismos de defensa que protegen nuestros derechos e instituciones. Prueba de ello es la próxima discusión que tendrá el Tribunal Electoral sobre la probable nulidad de la elección judicial. Un procedimiento plagado de irregularidades.

Por eso, estamos en una encrucijada histórica, donde tendremos que definir el rumbo de nuestro país para las próximas décadas, pues las reglas electorales que se planteen no regirán sólo el próximo proceso electoral, sino que asentarán un nuevo sistema de control político que podría durar décadas.

La probabilidad de que la libertad y la pluralidad se extingan se hace latente. En ese contexto, no hay espacio a vacilaciones ni medias tintas. Es tiempo de unir fuerzas y cerrar filas en torno a posturas claras y definidas. Es momento de pensar en crear y conformar un bloque opositor fuerte y definido.

En esto, el PRI tiene un papel fundamental, pues ha sido el partido que, más allá de opiniones, ha mantenido un verdadera posición en contra del oficialismo. Por eso, su líder nacional, Alito Moreno, ha sido objeto de múltiples acusaciones sin sustento ni pruebas claras. Una muestra de lo que nos espera si no detenemos el ánimo concentrador de este gobierno.

No es broma. Si somos reflexivos y analíticos, llegaremos a la conclusión de que México está en medio de una gran encrucijada histórica, política y social. Un momento en que, si no actuamos, se puede definir en una votación el destino de nuestra democracia y de nuestra libertad.

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