La tragedia de los Arcos de Querétaro ha despertado una honda indignación y subraya la necesidad de adoptar medidas efectivas para fortalecer la educación vial.
Se confirmó el lamentable fallecimiento de la segunda víctima del accidente ocurrido el pasado 17 de julio en la avenida Calzada de los Arcos. La imprudencia de una persona que conducía bajo el efecto de sustancias ha generado consternación y puesto sobre la mesa la urgencia de mejorar los procedimientos que garanticen el derecho a una movilidad segura.
Hasta ahora, la respuesta de las autoridades ha sido positiva, aunque se ha enfocado principalmente en acciones persecutorias y sancionadoras, relegando el enfoque preventivo.
Se han aumentado los puntos de revisión y los controles policiacos, y el programa de alcoholímetro ha permitido detener, en las últimas tres semanas, a más de cien personas que conducían bajo los efectos del alcohol, lo que contribuye a prevenir incidentes similares.
Además, se han reforzado los controles en establecimientos que venden bebidas alcohólicas para evitar su operación en altas horas de la madrugada. También se plantea la creación de un nuevo tipo penal, el “homicidio vial”, con el fin de sancionar con mayor severidad estos hechos.
Estas medidas son positivas y contribuyen a evitar nuevas tragedias. No obstante, persiste entre la población la costumbre de conducir en estado inconveniente. Muchas personas confían en que no serán detenidas y que lograrán evadir los controles, una actitud alimentada por la permisividad y la impunidad.
Si bien es necesario que las autoridades sean más rigurosas en la aplicación de la ley, también deben abordar el problema de manera integral, no solo con acciones punitivas, sino promoviendo la prevención y la conciencia.
Si bien es necesario que las autoridades sean más rigurosas en la aplicación de la ley, también deben abordar el problema de manera integral, no solo con acciones punitivas, sino promoviendo la prevención y la conciencia. Resulta fundamental que las estrategias de seguridad vial incluyan campañas educativas permanentes que, más allá del miedo a la sanción, siembren en la ciudadanía una verdadera comprensión del impacto que tiene cada decisión al volante.
Transformar la cultura vial desde sus raíces requiere el esfuerzo conjunto de autoridades, escuelas, familias, empresas y sociedad en general. Es indispensable fomentar el sentido de responsabilidad colectiva, donde cada persona entienda que la seguridad vial no depende solo de normas, sino de conciencia y empatía hacia quienes comparten la vía pública. La educación vial debe ser prioritaria en los programas escolares, desde los niveles básicos hasta universitarios, fortalecida por campañas permanentes de sensibilización que involucren a las y los jóvenes.