El 8 de septiembre, el Secretario de Hacienda y Crédito Público del gobierno federal presentó a la Cámara de Diputados el paquete económico 2024.

Acto que pasó desapercibido ante la vorágine electoral (algo similar al 5º informe del presidente), pues la atención a la gente y los medios está, evidentemente, en la sucesión presidencial. Aunado a ello, la sensación de cierre, propio del último año de gobierno, hace que se preste menos atención al ejercicio del presupuesto y su distribución; sin embargo, como ciudadanía es importante poner la lupa en las cifras y, eventualmente, señalar con precisión los ramos que serán prioritarios y los que no para el próximo ejercicio fiscal 2024.

Por principio de cuentas, la tasa de crecimiento anual que se proyecta para el siguiente año no es nada novedosa, apenas 3% general. Lo mismo sucede con la inflación, la que pasó de 8% en promedio, durante 2022, para quedar en 6% en 2023. Los productos que más se encarecieron fueron los alimentos y bebidas, seguido de mercancías no alimentarias, ropa y servicios en general.

Aunado a ello, destaca que no habrá miscelánea fiscal, esto es, que no habrá modificaciones a las leyes que regulan los impuestos más importantes para la recaudación: el IVA, ISR y el IEPS, con lo que, después de muchos años, no habrá cambios en las políticas de recaudación y cobro de impuestos (por lo menos desde la federación).

Respecto a la distribución del gasto público, el gobierno federal sigue con la misma política de austeridad, disminuyendo en su mayoría las partidas presupuestales de las instituciones públicas. Resalta, por ejemplo, la disminución de 50% del presupuesto destinado a la Secretaría de Salud. Al respecto, algunas voces del oficialismo han salido a comentar que ese recorte se compensará con un aumento de 10% a favor del IMSS, quien a partir del próximo año absorberá y operará íntegramente todo lo relacionado al Insabi, ¿será?

Por otro lado, dicho recorte contrasta con un importante aumento para la Secretaría de Energía, de casi el doble de su presupuesto, pero sobre todo, a las obras estrella del presidente que, hasta la fecha, siguen sin ser terminadas ni proceder a su pleno funcionamiento. Como la refinería de Dos Bocas, Tabasco, que no ha refinado un solo barril de crudo, o el aeropuerto Felipe Ángeles, que sigue desértico. Es tal la necesidad de impulsar el uso del aeropuerto, que se tomó la decisión de quitar ciertas rutas en el AICM para obligar a las aerolíneas y usuarios a utilizar el Felipe Ángeles.

No obstante, se destinarán 120 mil millones de pesos al Tren Maya, 21 mil 509 millones de pesos al corredor del Itsmo de Tehuantepec, que representa un aumento de 161% en comparación con el presupuesto aprobado en 2022, entre otras obras.

Los programas que siguen destacando y en pleno aumento, son las pensiones a los adultos mayores, con un aumento de 32% y las pensiones para personas con discapacidad con un aumento de 10% (curiosamente en año electoral).

Es notable que al presidente le urgen dos cosas: por un lado, terminar sus obras emblemáticas y, por así decirlo, cerrar su legado; y por otro, asegurar la sucesión presidencial de la mano de su ahora abanderada, Claudia, a quien le entregó “el bastón de mando” de su movimiento, valiéndose para ello de todos los medios que tenga a su alcance.

En fin, el cierre de este gobierno está a la vuelta de la esquina y el presupuesto es, sin duda, el claro ejemplo de que las puertas de esa administración se están cerrando. Veremos cómo pintan las cosas en el 2024.

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