Lo que sucedió en Nuevo León no tiene precedentes. La manera como Samuel puso en riesgo la estabilidad del estado resulta reprobable e indignante.

Si bien todas las personas tenemos derecho a contender por algún cargo de elección popular, pues la Constitución nos reconoce nuestros derechos político-electorales, también lo es que, cuando se ocupa un cargo público de la importancia de una gubernatura, el deseo personal debe ceder ante la responsabilidad.

El problema es que muchos usan los cargos como trampolines, buscando solo el impulso para alcanzar algo más alto, olvidando que su objetivo es y debe ser, ante todo, servir a la gente. No es justo que la confianza depositada por la ciudadanía en las urnas sea despreciada ante el anhelo personal de sobresalir, cueste lo que cueste. Ante cualquier aspiración, por muy legítima que sea, siempre debe prevalecer el interés público.

La estabilidad de las instituciones no puede estar sujeta ni quedar expuesta a decisiones personales o de grupo, porque, ante todo, está la seguridad y tranquilidad de la población.

En el caso particular, y haciendo un recuento de los hechos, la verdad es que a Samuel todo le salió mal. Su inexperiencia en la política y en el fino arte de gobernar, se vio con claridad. No todo es popularidad y redes sociales, hay ante todo, leyes y responsabilidades.

En primer lugar, su soberbia no le permitió conciliar y acordar con la oposición. Él quería poner a su interino que fuera leal a sus intereses (como en la vieja política, que tanto critica), desconociendo que la Constitución local es precisa en que el gobernador interino lo nombra el Congreso del estado.

Reiteró que tiene el apoyo de la gente por haber ganado la gubernatura hace dos años, pero deja de lado que por algo algo también la población no le dio “carro completo”. La voluntad de la ciudadanía es que haya un gobierno de pesos, contrapesos y consensos. Entonces, así como él tiene legitimidad para ser gobernador, también la tiene el Congreso para ponerle un freno. Esa es la esencia de la democracia.

Pero además, lo que no queda claro es ¿a qué le teme? ¿Por qué no permite que llegue el interino? ¿Acaso hay cosas que no quiere que se sepan?

Otras y muchas incógnitas han quedado en el aire, sin respuestas ni aclaraciones. Mientras tanto, Nuevo León está sumido en la incertidumbre, pues aunque anunció que reasumió funciones, la realidad es que hay un interino que tomó protesta, que está en funciones y que fue avalado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Sin duda todo ello generará consecuencias legales que, lamentablemente, afectarán más la tranquilidad en Nuevo León.

Sin duda, la novela aún tiene mucho que contar y todo por la ambición de un solo hombre que no entendió que el poder es para servir y no para servirse de él. Bien lo dice el gran Marco Antonio Solis, “a dónde vamos a parar, con esta hiriente y absurda actitud”.

Vaya problema.

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