Hoy las circunstancias están dadas y el proceso electoral ha iniciado.
Por primera vez en la historia, la renovación de la Presidencia de la República estará encabezada por dos mujeres. Eso por sí solo, es un gran avance. ¿Cuántas mujeres han esperado décadas para ver este momento?
Ahora, lo que nos toca a quienes lo estamos viviendo, es impedir que factores externos u ocultos trunquen esa conquista. Que lo construido se vea ensombrecido por ausencia de liderazgo, fuerza o autonomía.
En este punto, destaca una palabra fundamental: Claudicar, que significa “ceder o renunciar”.
Recordando elecciones anteriores, el fenómeno de las “Juanitas” fue un caso que ofendió sensiblemente a las mujeres en su lucha por una participación efectiva en la política. Basado en el entonces candidato Rafael Acosta, mejor conocido como “Juanito”, quien una vez obtenido el triunfo, fue orillado a renunciar y ceder el puesto a su suplente Clara Brugada; el fenómeno de las “Juanitas” trajo consigo un fuerte agravio a la ciudadanía, pues se trataba de una artimaña para cumplir el principio de paridad, postulando candidatas que después debían renunciar para dejar el puesto a hombres, muchas veces sus propios esposos, padres, hermanos, padrinos o jefes políticos.
Fue tal el rechazo a esta práctica, que la ley se reformó para impedirlo. Hoy un hombre no puede ser suplente de una mujer en cualquier elección a cargo público.
Si bien es cierto, el candado puesto al fenómeno de las “Juanitas” vino a impedir simulaciones que afectaron la igualdad de género, ahora se está presentando otra anomalía más turbia y siniestra que igualmente afecta los derechos fundamentales de las mujeres, me refiero al “ejercicio simulado del cargo”.
Se presenta cuando hay mujeres que formalmente ocupan la función pública pero que en la realidad no toman las decisiones, no ejercen propiamente el cargo y son manipuladas o “movidas” por hombres. Casos de este tipo hay muchos y están presentándose en demasía.
Por decirlo metafóricamente, se les entrega el bastón, pero no el mando.
Ello es un factor pervertidor, pues además de que se engaña al electorado, no permite a las mujeres desempeñar sus ocupaciones de forma libre. Se continua con el estigma de que “no pueden” o “no están preparadas”, el cual ha causado mucho daño en la conquista por la igualdad.
En este contexto, el término “claudicar” tiene plena aplicación, pues se trata de renunciar o ceder frente a presiones externas, es decir, ceder el control de las decisiones. En este punto, es lamentable ver cómo este término toma vigencia con la futura candidata del partido oficialista, quien en últimos días ha visto disminuido su poder de decisión.
Por ejemplo, no es secreto que en la designación a la coordinación para la Ciudad de México de su partido, ella tenía como favorito al exsecretario de Seguridad y, en contra de ello, desde la cúpula le fue impuesta otra persona, al puro estilo de “Juanito”. Irónicamente, la elegida que desplazó a su preferido fue nuevamente Clara Brugada; coincidencias del destino.
Además del bochorno y críticas que el evento le presentó, estas actitudes merman sensiblemente el avance en general de las mujeres en la política, cuestión que no debe permitirse. Sin duda, quien llegue a la Presidencia deberá hacerlo con plenitud, sin ataduras y en plena libertad; condiciones que se deben construir desde la campaña y que, con mucho agrado, veo que en el frente opositor se está haciendo.
No es un tema de partidos, es un tema de igualdad.