La verdadera esencia de los partidos políticos radica en su gente, su estructura y su organización interna. Quien no tenga eso, no puede llamarse partido.
De acuerdo con el escritor e historiador Vicente Fuentes Diaz, la diferencia entre un movimiento y un partido político, es que el primero es solo una coincidencia de opiniones, que suele expresarse mediante actos más o menos coordinados; mientras que el segundo, es un “ejercito” de ciudadanos sujetos a principios de organización, táctica y mando común.
En este contexto, para que un movimiento se cohesione realmente y pueda alcanzar el estatus de partido, requiere algo más que una composición ideológica, o la unión en común en rededor de un líder o dirigente; requiere estructura y organización.
Eso es lo que distingue a partidos como el PRI, que han permeado en la sociedad a tal nivel que, aún hoy en pleno siglo 21, en la era de la digitalización y la comunicación impersonal, siguen vigentes y presentes. En cada rincón de México, en cada plática que se habla de política, en cada reunión con amigos y familiares, sale a relucir el PRI y su historia. Los comparativos son inevitables. ¿Cómo era antes? ¿Cómo gobernaba el PRI? ¿Estábamos mejor o peor? ¿era más o menos eficiente? Etc.
Nos guste o no, una estructura y organización es lo que permite mantener una identidad popular, porque en cierta manera, es a través de las organizaciones políticas como las y los ciudadanos encuentran un conducto para manifestar sus reclamos e inquietudes, así como proyectar sus proyectos y designios. No obstante, hoy mucha gente vive en la orfandad política.
El individualismo que vivimos en la actualidad nos ha hecho ser más desconfiados y vivir en defensa constante. No por nada existe tanta indiferencia y violencia en las calles. Hay ausencia de valores y principios, pero sobre todo, de arropo social. Así, la esencia de la política se ha ido diluyendo. La gente, especialmente los jóvenes, carecen de identidad y apego. Ningún proyecto les mueve, ningún proyecto les apasiona.
Ello ha dado paso a los llamados “movimientos”, muchos de ellos carentes de identidad y de un proyecto político sólido. Inflados por las redes sociales o arropados por los grupos en el poder, pretenden hacer política sin salir a la calle, sin ensuciarse los zapatos ni conocer el territorio. Ello ha facilitado la llegada de “charlatanes” de la política que venden falsas esperanzas o salidas fáciles a problemas complejos.
Seamos claros, en la política no se puede improvisar, se debe actuar con inteligencia y decisión. Las consecuencias de no hacerlo así son garrafales.
Sí, es cierto. La forma de hacer política ha cambiado y mucho. Pero en el fondo, la presencia territorial sigue siendo fundamental. La conformación de estructuras fuertes, solidas y firmes, que amplíen la presencia de un partido en todo el espectro, es algo elemental. Lo importante es mantener la cercanía con la gente, recoger sus inquietudes y gestionar lo que sea necesario para resolverlas y atenderlas.
En Querétaro estamos dando ese paso. Estamos creando una estructura partidista dinámica pero firme que se acerque a las personas que necesitan apoyo y ayuda. No basta con tomarse la foto al lado de personajes llamativos que brillan por sus constantes ausencias, es necesario mantener la cercanía con la gente y el contacto personal. Estar cerca de la población, conocer sus necesidades y comprender el dolor social, es la verdadera sustancia de la función política.
Eso es y debe ser siempre, el real compromiso de todas y todos aquellos que aspiren a ser y comportarse como verdaderos “partidos políticos”.