Abigaíl Arredondo

México de luto

No podemos obviar las graves consecuencias de la fallida política de “abrazos, no balazos” del expresidente AMLO

Hoy México está de luto. El cobarde asesinato de Carlos Manzo, presidente municipal de Uruapan, Michoacán, no sólo es un hecho penoso y lamentable, sino el vivo reflejo de un Estado ineficiente que es incapaz de garantizar lo mínimo para sus propias autoridades y ciudadanos: seguridad.

Carlos Manzo fue un hombre que mostró determinación y valentía hasta el último momento de su vida. A diferencia de muchos gobernantes, encaró con firmeza al crimen organizado que, en sus propias palabras, se había adueñado del municipio que gobernaba. Carlos hizo lo que muchos desean hacer, pero que pocos se atreven: defender a su pueblo, a su tierra y a su patria.

Este lamentable hecho no sólo refleja la exposición en que nos encontramos todos. Sino también cómo el cáncer del crimen organizado se ha dispersado por todo el territorio nacional, infiltrándose en todos los rubros y en todos los niveles.

La muerte de Carlos duele, no sólo por la barbaridad del hecho, donde en pleno evento público se le privó cobardemente de la vida, sino porque fue una persona que habló de frente y abiertamente sobre la necesidad de enfrentar a los grupos delincuenciales. Mostró fortaleza y valentía en un entorno peligroso y con una seguridad enclenque. Por eso su muerte es tan dolorosa para México, porque pocas personas han tenido la osadía de salir públicamente a reclamar seguridad para su pueblo y hacer un llamado abierto y directo a combatir a los delincuentes.

Ahora, esta lamentable muerte, además de dolorosa, es un llamado de atención y un grito de desesperación ante la pasividad de las autoridades federales y estatales. Ya no hay cabida para culpar al pasado. Ya no caben los discursos y justificaciones culpando a “Calderón” o “García Luna”. Es tiempo que el gobierno federal de Morena asuma su responsabilidad de llevar 7 años gobernando al país, así como tener la mayoría del control en los estados de la república.

Sí, es cierto, en su momento, Calderón y compañía fueron responsables de acciones y omisiones que afectaron gravemente la seguridad en nuestro país, pero no podemos obviar las graves consecuencias de la fallida política de “abrazos, no balazos” del expresidente López Obrador, que permitió el empoderamiento de estos grupos criminales al punto que hoy son casi incontrolables.

Es tiempo que el gobierno federal, junto con los gobiernos estatales y municipales asuman con plena seriedad su deber y ejecuten una verdadera estrategia integral de seguridad en todo el territorio nacional. Ya no es suficiente con detener cabecillas o realizar decomisos. La gobernabilidad del país está en riesgo. El que un grupo delincuencial, sea cual sea, tenga la capacidad de eliminar a las autoridades, del nivel que sean, es un mensaje grave de que el Estado se encuentra en peligro y, con ello, la población.

No son cosa menor los señalamientos del vecino del norte, Estados Unidos, respecto a que México está controlado por el crimen organizado. La muerte de Carlos es un ejemplo de ello. Es un ejemplo de la clara impotencia de un gobierno federal y estatal que es nulo e inoperante ante los reclamos constantes de inseguridad. Por eso, este hecho no debe quedar impune ni en el olvido. Debe ser el móvil que nos lleve a fortalecer nuestro espíritu en pro de buscar un cambio real y verdadero. Ya no hay tiempo para medias tintas o discursos vacíos. Es momento que quienes tienen los recursos y los medios para combatir el crimen organizado lo hagan con decisión y determinación. Es momento de que nosotros, como ciudadanos, lo exijamos.

Mando mis más sinceras condolencias a sus familiares y amigos, esperando que encuentren pronta resignación y consuelo. QEPD Carlos Alberto Manzo Rodríguez.

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