La comunidad católica y el mundo entero están de luto por la partida del Sumo Pontífice, Francisco primero. Más allá de su posición como líder y cabeza de una de las religiones más importantes y numerosas del mundo, el papa Francisco será recordado como un hombre amable, sencillo y espiritual, que siempre se distinguió por su humanismo y sensibilidad ante los graves problemas de un mundo cada vez más convulso; un hombre que intentó crear conciencia en un entorno frio y distante, donde impera el individualismo y la indiferencia.

Su indiscutible preocupación por los más pobres y su continua lucha por generar conciencia comunitaria, fueron de sus principales aportaciones en su pontificado. Fue un papa que no solo se limitó a dirigir la sede vaticana, o mantener la tradición clerical, sino que intentó revolucionar las mentes hacia la construcción de un entorno más justo, humano y equitativo.

De entrada, su llegada al pontificado marcó varios cambios significativos. Fue nombrado después de la renuncia presentada por su predecesor Benedicto XVI, lo que nunca había sucedido en la historia de la iglesia. Fue el primer papa no europeo y el primero de origen americano, lo que implicó romper con una tradición de más de 2 mil años de sucesión papal. Además, fue obispo de la compañía de Jesús, mejor conocida como orden jesuita, que en su momento fue muy cuestionada y perseguida en varios países del mundo, incluido México; y el nombre que tomó dejó claro el sello de su papado, “Francisco I”, recordando al mártir San Francisco de Asís, que se distinguió por su postura humilde y apegada a la pobreza.

Algunos de los temas que impulsó en su gestión y que marcaron una forma diferente de ejercer el liderazgo de la iglesia, fueron, entre otros, el acercamiento de la iglesia con la comunidad LGTB, para que sus miembros pudieran ser aceptados nuevamente en los cánones religiosos, la apertura hacia las personas divorciadas que habían contraído nuevas nupcias, la inclusión más activa de la mujer en las ceremonias eclesiásticas, la reivindicación de su papel como elemento significativo en la conformación de la iglesia, un papel más activo de la iglesia en los temas de coyuntura internacional y la necesidad de que la iglesia refuerce su vocación social. Pero lo más significativo, hasta el final de su pontificado, fue su postura recia y decidida en contra de la guerra, la desigualdad y el abandono a los más necesitados.

Una de las frases más significativas del pontífice fue: “En una sociedad amenazada por la cultura de la indiferencia, es más necesario que nunca estar cerca de la gente.”

Ya en su momento, se habló de la “otra” forma de ver el papel de la iglesia católica en el mundo. Destaca el supuesto “debate” que tuvo con su antecesor, Benedicto XVI, en torno al camino y postura que la iglesia debía tener frente a los grandes problemas de la humanidad. La divergencia entre una iglesia espiritual, canónica y conservadora, y una iglesia más realista, liberal y abierta, son cuestiones inacabadas que seguramente estarán en mente y debate cuando se abra el cónclave. ¿Qué decisión se tomará? ¿hacia dónde se dirigirá el papel de esta importante institución? Solo el tiempo lo dirá. El mundo llora la partida de un gran ser humano, una persona que marcó diferencia en el mundo.

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