Nuestra ciudad guarda días para regalarse a ella misma. Están envueltos en ausencias y en silencios de tantos y tantos que a lo largo de los años  han caminado sus nobles pisos de cantera en lugares como este, que otros días está lleno de vida y bullicio de jóvenes con sed de conocimiento.

Recuerdo que entré por primera vez ahí hace cuarenta años, siendo un estudiante de primero de preparatoria y vivía con la emoción y la intensidad de esa época. Caras  y amistades nuevas en el inicio de una edad única e irrepetible. El Patio Barroco de nuestra Universidad Autónoma de Querétaro era un bello espacio de cantera que toleraba con paciencia invencible el derroche de juventud de quienes lo circulábamos con cuadernos, libros y sueños.

Ingresar en él,  en otro tiempo y en la soledad de una mañana de domingo para detenerse a observar uno a uno los detalles y escuchar los ecos del silencio, es la oportunidad de darse cuenta que también el tiempo nos regala otra forma de ver lo que nuestra ciudad nos muestra con orgullo. Extraño aquellos días, pero disfruto mucho estos otros que nos regala este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

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