Fabricio Fontana, quien junto con su familia recorre América de sur a norte, con el propósito de llegar a Alaska desde Argentina, afirma que hay una revolución, que cada vez hay más gente que sale a conocer el mundo, que quiere ser libre, que no quiere vivir dentro de una oficina 10 o 12 horas.

La familia Fontana, compuesta por Mariana, Fabricio y sus hijos Fausto y Valentino, originaria de Argentina, comenzó el viaje el 1 de marzo de 2019, hace dos años y seis meses. El mensaje que tratan de dar es claro: Vivir libres.

“Que sientan un poco más la libertad, que no sean esclavos tanto del sistema, que se desapeguen de la economía. Siempre pensamos en tener el televisor más grande, el auto más nuevo, y no nos damos cuenta que somos esclavos del sistema, porque con un autito viejo podemos hacer lo mismo que con un auto nuevo. Por ahí va la cosa, dejar un poco lo material para ser un poquito más felices”.

La familia Fontana se prepara para comer. Mientras ese momento llega, Fabricio alista un video para subir a su canal de Youtube Soñando América, en el cual dan cuenta de sus vivencias y experiencias a lo largo de su camino.

Su motorhome, llamado Coco, permanece estacionado en la calle de Independencia, en el barrio de La Cruz, en donde se han establecido desde hace casi dos semanas. Su plan era estar una semana en Querétaro, pero la entrega del libro que escribió la pareja se retrasó, por lo que esperan unos días más.

Dentro de la casa rodante, los dos hijos de la pareja, de 10 y 11 años de edad, esperan la hora de la comida, mientras sus padres conversan sobre las vivencias del viaje y el espíritu de libertad que experimentan recorriendo el continente americano.

“Nuestro viaje empezó a través de una idea, cuando fuimos al Machu Pichu primero, que si bien está lejos, a tres mil 800 kilómetros, cuando volvimos dijimos ¿‘por qué trabajar todo el año para sólo estar 15 días o 10 días de vacaciones’? Alquilamos nuestra casa, organizamos todo y agarramos y salimos a emprender este viaje”, comenta Fabricio.

Su casa rodante, dice, fue una adquisición que hizo dos años antes de emprender el viaje. Lo camperizaron ellos mismos y salieron a la aventura, para viajar de Argentina a Alaska.

“En 2019 llegamos hasta los límites con Canadá, hasta Seattle, Washington. No teníamos la visa de Canadá, así que retornamos por la costa Oeste de Estados Unidos. En México llegamos hasta Tlaxcala, con un clima muy lindo, muy parecido al de Querétaro, y paramos para descansar de nuestro viaje por dos o tres días. Terminamos quedándonos prácticamente un año”, recuerdan.

“Justo cuando empezamos a hacer los trámites para la visa de Canadá, nos la aprueba su embajada en México. Nos piden que enviemos los pasaportes para sellarlos, porque la idea era volver, para terminar nuestro sueño, y cuando enviamos los pasaportes, el 17 de marzo de 2020, dos días después, el 19 de marzo, cierran la embajada por la pandemia (de Covid-19) y se quedaron los pasaportes.

“Nos quedamos en México, con las fronteras cerradas, varados, empezando la pandemia y en Tlaxcala”, narra.

En tiempos recientes, agrega, fueron a Texas, para ver si había alguna posibilidad de entrar a Estados Unidos, pero aún están cerrados los cruces, por lo que ahora, en próximos días partirán hacia Centroamérica.

Su estancia en Querétaro era de una semana a lo mucho, pero se atrasó la entrega del libro que escribieron con las bitácoras de su viaje. A la editorial dieron la dirección de Querétaro para que llegara el libro aquí, pero se tardó la edición. Su próxima parada será Tequisquiapan.

“Ya habíamos pasado como tres veces por Querétaro, pero nunca habíamos entrado. Nos gusta más la naturaleza que las ciudades, pero hay ciudades como Querétaro que son muy lindas, porque es muy colonial. Habíamos recorrido la Peña de Bernal, San Miguel de Allende, pero no nos habíamos metido a Querétaro porque es una ciudad enorme, pero es una ciudad hermosa”, añade.

Mariana observa a los chicos dentro de la casa rodante. Ambos explican que durante su estadía en Tlaxcala vivieron de varios oficios que sabe Fabricio, además hacían los tradicionales asados argentinos.

Una vivienda que alquilan en su país y una empresa de luz y sonido que fundó y dejó a su mejor amigo y a otro de sus hijos, dio también algo de sustento a la familia Fontana, pero con el comienzo de la pandemia por Covid-19, se suspendieron los ingresos, además de la devaluación en Argentina que afectó sus entradas.

Actualmente, con lo que generan en su canal de YouTube y las ventas que esperan de su libro, confían en tener los ingresos suficientes para seguir con su recorrido.

Fabricio comenta que quieren inspirar a la gente a que salga a viajar, a conocer lugares nuevos, que se “quite las cadenas” para que vivan más libres, dejar un poco lo material para ser más felices.

“La gente nos mira sorprendida. Nosotros tratamos de transmitir un poco eso. Yo creo que sí tengo que describirlo en palabras es libertad… Somos muy del pensamiento que los límites fronterizos y las nacionalidades las pone el hombre. Todos somos seres humanos y somos los mismos”, enfatiza.

La familia Fontana se despide. Sobre su próximo destino, dicen que no lo saben, dejan que la vida los sorprenda, que el camino los lleve hasta su próxima parada... así es la vida de esta familia argentina.

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